REPASANDO LA HISTORIA A 250 años del inicio del endemoniado conflicto de Malvinas

(eldiariodelfindelmundo.com).- Por Lucas Potenze (*)
Pasó sin que nadie lo advirtiera, ni el gobierno, ni el periodismo, ni el discurso escolar, pero en abril de este año se cumplió un cuarto de milenio (toda una era) de la primera fundación europea en las islas Malvinas, que marcó los prolegómenos de este conflicto que tanta tinta y tanta sangre le han costado a nuestro país y que, según algunos autores como Vicente Palermo, nos marca tan fuertemente que es uno de los factores centrales que atentan contra nuestro desarrollo.


Si buscamos una causa inicial –aunque no suficiente– del problema, nos encontramos con que el imperio español, ese gigante tan rico como torpe y arrogante, jamás había dado la menor importancia a las tierras al sur del Río Salado, a las que llamaban vagamente “el desierto” y donde suponían que no había nada interesante que justificara su exploración y colonización. Pero como tantas veces pasó en estos olvidados confines de América, fueron otras naciones las que los obligaron a ocuparse de lo que era suyo.

Como ya comentamos en artículos anteriores, nuestras islas Malvinas habían sido descubiertas por navegantes holandeses y visitadas y mapeadas por ingleses y franceses. A los españoles les bastaba con la seguridad de que estaban ubicadas en una parte del mar que ellos consideraban propio, aunque a los funcionarios más juiciosos no se les escapaba que en materia de relaciones internacionales, los “derechos” se determinan con criterios diferentes a los que se aceptan para legislar al interior de las naciones. La cuestión es que a los ingleses les importaba bien poco si los españoles tenían o no derechos sobre las islas y mucho más le importaba la llamada “realpolitik”, un término del ámbito de la diplomacia y que designa a la política que es resuelta por intereses y por relaciones de fuerza más que por criterios de justicia. Así fue que, durante la guerra de la oreja de Jenkins de la que hablamos en un artículo anterior, el capitán británico George Anson, en 1740, anduvo por estos lares en su camino al Pacífico para atacar los puertos del Perú, y fueron tales sus problemas con los huracanados vientos del Sur que llegó a la conclusión de que lo que necesitaba Inglaterra era un buen apostadero en el Atlántico Sur para abrigarse de los vientos, proveerse de víveres y poder reparar las averías de sus naves cuando se dirigían al temible Cabo de Hornos. Presentó el proyecto al Almirantazgo señalando a las “Falkland” o a las inciertas islas Pepys como lugar adecuado, pero el gabinete británico no quería en aquel momento más problemas con España y luego de algunas consultas diplomáticas pasó el proyecto a archivo esperando mejores momentos.

La cuestión es que mientras españoles y británicos se desconfiaban mutuamente por las cuestiones del Atlántico Sur, aparecieron los franceses, quienes bajo el mando del marino y explorador Louis de Bougainville fundó un establecimiento en las islas en abril de 1764, es decir hace exactamente un cuarto de milenio. Lo llamó “Port Louis” en honor a su monarca (entre 1610 y 1820 todos los reyes franceses se llamaban Louis) y siguió su viaje alrededor del mundo dejando una colonia con unos 150 personas, especialmente marinos de Saint Malö. Digamos como detalle de color que en ese viaje, dentro de la tripulación de Bougainville viajaba el botánico Philibert de Commerson junto con un joven criado o ayudante de quien lo único que sabemos era su apellído: Baré. Se trataba de un muchacho sumamente eficiente y prolijo en su trabajo, pero extraordinariamente tímido y poco comunicativo. La cuestión es que al llegar a las islas de Tahití, donde ya existía la costumbre de que las mujeres se ofrecieran a los viajeros demostrando conceptos morales que resultaban extraños –aunque ciertamente excitantes– para las costumbres europeas, los rudos marinos de Saint Malö quedaron maravillados al ver que al joven Baré no se le ofrecían las jóvenes sino los muchachos, lo que bastó para confirmar las sospechas de muchos: Monsieur Baré era en realidad Mademoiselle Baré; la primera mujer en dar la vuelta al mundo y, para nuestro tema, la primera que pisó Malvinas aunque apenas fuera por unos pocos días.

Pero no eran las mujeres el tema que desencadenó el conflicto sino la ocurrencia del Almirante John Byron, quien inició la ocupación británica de Malvinas con una expedición de carácter secreto que erigió en 1766 en el islote Saunders, cerca de la Gran Malvina (West Falkland para los ingleses) un pequeño fuerte con un obelisco en honor a Su Majestad Jorge III, haciendo toma oficial de posesión en su nombre, con las solemnidades del caso.
Curiosamente, los establecimientos francés e inglés convivieron durante cerca de un año sin saber a ciencia cierta de la existencia del otro. Mientras tanto, en los gabinetes europeos, España reclamaba ante Francia por la fundación de Port Louis y, siendo ambos países aliados por el Segundo Pacto de Familia (ambos eran gobernados por monarcas de la familia Borbón, descendientes de Enrique de Navarra), los franceses reconocieron que su establecimiento era ilegítimo y ordenaron su desalojo indemnizando los españoles a Bougainville por los gastos erogados. Desde Buenos Aires se envió como primer gobernador al Capitán Ruiz Puente y en 1770 enviaron una expedición a la isla occidental para desalojar a los ingleses de Port Egmont.

A partir de este hecho, en Inglaterra se produjo un sonoro escándalo y se empezó a hablar de guerra contra España, apenas ocho años después de terminada la de los Siete Años que tanta sangre había hecho correr en ambos mundos. En realidad nadie la quería por lo que el rey de España Carlos III se vio obligado a firmar una declaración por la que desaprobaba la expulsión de Port Egmont, permitiendo el retorno de la guarnición inglesa.

Dice la versión argentina que existió una promesa secreta de los ingleses de que abandonarían el establecimiento una vez lavado el honor y planteando públicamente que lo abandonaban por propia voluntad y sin reconocer públicamente la soberanía española. Al ser un pacto secreto el documento no ha sido encontrado pero en cambio, se sabe que los ingleses dejaron una placa donde confirmaban que se retiraban provisoriamente de un territorio indubitablemente británico. De todos modos ni bien levaron anclas, fueron los españoles de Port Louis (ahora llamado Puerto Soledad), tomaron la placa y la mandaron a Buenos Aires donde estuvo guardada en el Cabildo, pero la historia no termina aquí: cuando en 1806 por un breve tiempo los ingleses se apoderaron de Buenos Aires en la primera de sus invasiones, recuperaron la placa y la mandaron a Londres donde aparentemente se encuentra actualmente (aunque un análisis rápido de la misma, cuya foto está en cualquier página de origen británica sobre las islas, hace abrigar serias sospechas sobre su autenticidad).

La colonia española se mantuvo hasta 1811, cuando los sucesos revolucionarios hicieron que la guarnición fuera llamada a Montevideo, donde aun se mantenía la resistencia realista. Mientras tanto y por 54 años, el gobierno inglés no sólo no realizó protesta alguna sino que no se molestó en hacer cualquier acto de soberanía sobre las islas. Los verdaderos problemas, esta vez, comenzaron cuando las Provincias Unidas se percataron de que tenían unas islas ventosas y grises, sin nada que se pareciera a un gobierno legítimo, y crearon, en 1829, la Comandancia Militar de Malvinas, designando a Luis Vernet como gobernador residente. Pero de eso nos ocuparemos más adelante.

(*) Historiador. Profesor de Historia.