30 de mayo de 1982, ataque al portaaviones inglés Invencible.

 Odisea y valentía en la misión más audaz de Malvinas.
Fue un operativo que lastimó el orgullo inglés de tal manera que se prohibió dar información sobre el asunto. En los próximos días El Tribuno publicará una entrevista exclusiva con dos pilotos sobrevivientes de este hito militar.
Odisea y valentía en la misión más audaz de Malvinas


30 de mayo de 1982. Horas 14,24. Me imagino a ese grupo de hombres desafiando la escarcha del hielo que se acumulaba en los parabrisas de los aviones, enfrentando las olas en un mar bravío e indomable, pero avanzando inclaudicable hacia el objetivo: el portaaviones Invencible o Invincible, como también lo identifican. Han pasado más de tres décadas y el recuerdo de los actos heroicos de la guerra de Malvinas, contra Inglaterra se repiten. En las trincheras, en el aire, o en las aguas, hay historias que se suceden en un mes cercano y profundo al sentimiento de la patria.

En una charla informal le comenté al taxista el motivo de mi visita y algunos detalles del operativo realizado por los pilotos en el marco de la guerra con los ingleses. "Usted estuvo con ellos" me dijo un taxista", para agregar "no jodamos... esos si fueron verdaderos héroes" y viniendo de un hombre que trabaja entre 12 y 13 horas diarias para, en el mejor de los casos llevar entre 100 y 200 pesos, descontando los $ 450 que tiene que pagar de alquiler del automóvil, es un sincero reconocimiento.

La operación contra el portaaviones insignia de Inglaterra, el Invencible, se lanzó desde la Base Aérea Militar Río Grande (Tierra del Fuego), el 30 de mayo, a las 12,43 horas, aunque la estrategia final comenzó unos días antes, para limitar el poder de fuego de los aviones Sea Harrier. El portaaviones HMS Invencible, se encontraba en esos momentos a unas doscientas millas naúticas al este de Puerto Argentino. Cabe destacar que el Comando Aéreo Estratégico (CAE) de la Fuerza Aérea Argentina, por medio de una red electrónica distribuida en el planeta, que facilitaba información satelital detectó la posición del portaaviones -casi estática- desde el 28 de mayo.

A partir de allí el Comando Conjunto Argentino planificó entonces el riesgoso y difícil ataque. El 29 de mayo citan a los jefes de las distintas escuadrillas (se integran con cuatro aviones). Le informan sobre la misión contra el portaaviones. Seguidamente se ofrecen voluntariamente los tenientes Ernesto Ureta y José Daniel Vázquez. Este último llama por teléfono esa noche a su esposa que está en Mendoza. Pregunta por su hijo, nacido poco días antes. Luego hablan de otros temas y nada dice a su mujer sobre la misión que está por cumplir. Ella no puede saber en ese instante que será la última vez que escuche su voz. Ureta y Vázquez designaron a sus numerales: Castillo e Isaac, el más joven.

Odisea y valentía en la misión más audaz de Malvinas

La misión

Dos aviones Super Etendar de la Aviación Naval con el Capitán de Corbeta Alejandro Francisco y Teniente de Navío Luis Collavino y cuatro cazabombardero A-4C de la Fuerza Aérea Argentina, tripulados por el Primer Teniente Omar Jesús Castillo, Primer Teniente José Daniel Vázquez, Primer Teniente Ernesto Rubén Ureta y Alférez Gerardo Guillermo Isaac, que se reabastecieron tres veces en pleno vuelo (ver infografía) en su marcha hacia el sudeste de las Islas Malvinas. A partir de allí comienzan a descender para cumplir el último tramo, en vuelo rasante de aproximación. Luego del lanzamiento del último Exocet naval argentino, disparado por uno de los Super Etendar, los pilotos siguen la estela del misil. El otro avión Super Etendar ejercía las funciones de radar. Estos aviones una vez cumplida su parte del objetivo regresan al continente. Los dos 4-AC (Shyhawk de la izquierda (Castillo y Vázquez) fueron derribados en el ataque, cuando atravesaban la línea del portaaviones que soportará el impacto del Exocet y de varias bombas de 250 kgs, lanzadas por los dos aviadores sobrevivientes de la Fuerza Aérea Argentina (Hoy el Brigadier Ernesto Rubén Ureta y el Comodoro Guillermo Isaac).

 José Daniel Vázquez
Omar Jesús Castillo 

"Sólo quedábamos dos. Yo atacó desde la popa, casi a la altura de la cubierta y cuando estoy ya muy cerca viro a al derecha. Veo a mi compañero que dispara a estribor y sobrevuela el portaaviones rozando la arboladura. Hay un gran incendió en la nave. En realidad no se si me están disparando o no, si hay fragatas cerca o si me han tocado. Sé que hemos dado en el blanco. Busco con la mirada el otro A-4C pero no está por ninguna parte. Ahora me siento un poco sólo. También recuerdo que tengo mucho calor. En ese momento veo un punto en el aire delante de mí, me alarmo, puede ser un Harrier. La máquina se va agrandando. Yo estoy muy cerca cuando me percato que se trata de mi compañero. ­No lo derribaron!, recuerda emocionado Guillermo Isaac.

Las grandes y queridas "Chanchas" fueron claves

Se habló de la eficacia del Super Etendar, del valor de los pilotos de A- 4C, lo que no se dijo, es que sin los Hércules K-C 130 la misión hubiese sido imposible.

El relato del Vicecomodoro Litrenta (Piloto del Hercules KC-130 y Comandante del reabastecedor que salvó la vida al Alférez Dellepiane destaca la pericia y la valentía de los aviones, que impresionan por su figura y son más conocidos como "La Chancha".

"En todas las misiones de reabastecimiento que habíamos realizados, desconocíamos que blanco tenían asignados esos aguzados estiletes con una escarapela celeste y blanca, que venían veloces sobre el mar a succionar nuestro vital combustible, simplemente porque no influía en nuestra tarea". Al comentar esa gesta de ese 30 de mayo de 1982, el vicecomodoro, recuerda: "cuando fui descifrando los renglones de mi hoja de misión, la emoción me invadió: una escuadrilla de A-4C, una sección de dos Super Etendar y silencio absoluto de radio durante toda la operación con una navegación de ida de 2.000 kilómetros por el sur de las Malvinas, sobrepasándose hacia el este 400 Km, con una navegación de vuelta en forma directa y a máxima velocidad, para reabastecer por tercera vez a los aviones que regresen del ataque al portaaviones".

Sobre el final del operativo relata: Pregunté a mi tripulación si los veían. -Negativo-, me contestaron.

No me animaba a preguntarles a los pilotos de A 4-C pues tenía miedo a la respuesta.

-Díganme muchachos si los dos que faltan pueden llegar aún.

-No señor no vendrán, los derribaron en la final de tiro al portaaviones.

En mi chocaron sentimientos encontrados.

-­Final de tiro al portaaviones! y el no vendrán. Miré a mi copiloto y con voz cansada le dije: Rumbo a casa.

Las ocho horas de vuelo, el tiempo malísimo al regreso eran secundarios, porque dos de nuestros Halcones habían sabido morir con honor.