El también escritor e investigador del Conicet eligió un enfoque centrado en la historia del archipiélago y no del país que reclama su soberanía para replantear la consigna que moldeó la formación escolar de varias generaciones -"las Malvinas fueron, son y serán argentinas"- y ponerla en diálogo con el presente de una sociedad en la que han mediado transformaciones desde la guerra de 1982.
En "Todo lo que necesitás saber..." -último eslabón de una colección de Paidós que arrancó con obras dedicadas a la ciencia, la economía y el psicoanálisis- Lorenz desanda una épica en torno a la recuperación de las islas que comenzó a gestarse a fines del siglo XIX y prosiguió con la corriente revisionista que posicionó a las islas como catalizador del ocaso del modelo agroexportador.
"Se trata de un tema sensible sobre el que funcionan estereotipos que se superponen entre sí y además con las experiencias y las historias de vida de millares de compatriotas -destaca Lorenz a Télam-. Sabía que habría una tensión entre lo que me parecía que debía problematizar y lo que el público `quiere` leer sobre el tema, en tanto Malvinas está fuertemente connotado".
-T: ¿Cómo cambia la mirada sobre Malvinas una lectura como la que propone el libro, que arranca con el relato de la expansión europea en el siglo XVI y en la que el conflicto bélico de 1982 ocupa apenas algunos capítulos sin eclipsar la escena?
-L: La guerra de 1982, que es tan intensa porque tiene que ver con nuestros propios recuerdos es, pese a eso, un episodio más en la historia larga del Atlántico Sur. Es decir, ¿cómo hacemos para pensar nuestra historia a pesar de aquello que más nos ata a ella, que más nos ha afectado social y personalmente?
Es importante pensar un sentido democrático para el sacrificio de los combatientes en las islas. Si somos capaces de "retroceder" para pensar el conflicto, deberíamos ser también capaces de ser prospectivos, de imaginar un futuro para las islas desde la sociedad que somos hoy.
-T: La guerra de 1982 fue motorizada por una dictadura que vio en ella la posibilidad de detener la pérdida progresiva de poder ¿Por qué los gobiernos democráticos no replantearon la legitimidad de esa guerra y en cambio retomaron la reinvindicación de la soberanía en los términos planteados por la Junta Militar?
- L: La lucha por Malvinas es una política de Estado, y en ese sentido, los gobiernos nacionales están comprometidos a mantenerla. Pero en ese proceso, las formas de adhesión a la causa nacional fueron menos revisadas que otros aspectos del pasado reciente, como la represión ilegal.
Desde 1982 en adelante, el planteo acerca de discutir el por qué y el cómo de nuestra lucha por Malvinas está siempre en un lugar delicado ya que fácilmente te acusan de antipatriota o pro británico.
- T: ¿Y cuánto revela sobre la idiosincracia argentina la manera en que ha circulado Malvinas en los últimos años?
- L: La profundidad del sentimiento malvinero lo es tanto por un proceso de acumulación de varias décadas, como por el afecto depositado en nuestros combatientes, tanto durante la guerra como después, y esto a pesar de las dirigencias que durante años los escondieron porque al no saber bien qué hacer con Malvinas, tampoco sabían muy bien qué hacer hacia ellos.
Como con otros símbolos de la historia argentina, Malvinas pasó a ser un instrumento de lucha política, con la particularidad -en con relación a las miradas que hay sobre los próceres- de que las distintas facciones coinciden en la valoración de la causa. Con Malvinas, todos, a priori, "somos argentinos", pero basta escarbar un poco para darse cuenta de lo complicado que es.
- T: ¿Las posiciones de autores como Groussac o Hernández en torno a Malvinas desencadenaron de alguna manera que la reivindicación de la soberanía se convierta en un componente funcional en tanto siempre abasteció a otras causas?
- L: La causa de las Malvinas se consolidó como un importante ariete simbólico y político, que aunque fue pasando por diferentes manos, condensa, sobre todo, la posibilidad de pensar a la nación argentina de manera "completa".
Con posterioridad a ese proceso, para el revisionismo denunciar la usurpación británica era una manera de denunciar la subordinación a los intereses extranjeros de las élites gobernantes desde finales del siglo XIX.
En el largo plazo, esa manera de referirse a las Malvinas -como un espacio del territorio nacional usurpado por un poder extranjero- vació las islas, tanto de historia como de habitantes. De alguna manera quedaron congeladas en 1833 y eso generó estereotipaciones tanto de la historia argentina como de las representaciones acerca del imperialismo.
- T: Si tomamos en cuenta la decisión de los isleños expresada en el referéndum de marzo de 2013 en favor de su autodeterminación ¿Cómo se zanjaría la encrucijada entre seguir reclamando un territorio de impacto simbólico a riesgo de incrementar el malestar entre sus habitantes y ceder por el contrario a sus peticiones a través de negociaciones que atiendan sus demandas aun cuando esto implique "negociar" la soberanía sobre las islas?
- L: Desde la mirada de un historiador no se puede desconocer que la justicia es una construcción histórica, tanto como la diplomacia y las relaciones internacionales. Y entonces, vale preguntarse si sigue siendo adecuada: no por inválida, sino por insuficiente. Me parece importante marcar algunos puntos.
El primero es que desde 1982 ha transcurrido mucho tiempo y hemos experimentado profundos cambios como sociedad. El segundo es que esa capacidad de revisión del pasado no la hemos trasladado a pensar Malvinas en términos de responsabilidad social: una guerra tiene consecuencias. Y esto se traduce en la no asunción de que la derrota implica repensar nuestra relación con las islas y sus habitantes.
Tercero: el aferramiento a la posición diplomática tradicional es funcional a los británicos y a los isleños recalcitrantes que piensan que no necesitan vincularse con nosotros, ni quieren hacerlo. Por último, debemos distinguir entre británicos e isleños. Identitariamente son malvinenses.
En "Todo lo que necesitás saber..." -último eslabón de una colección de Paidós que arrancó con obras dedicadas a la ciencia, la economía y el psicoanálisis- Lorenz desanda una épica en torno a la recuperación de las islas que comenzó a gestarse a fines del siglo XIX y prosiguió con la corriente revisionista que posicionó a las islas como catalizador del ocaso del modelo agroexportador.
"Se trata de un tema sensible sobre el que funcionan estereotipos que se superponen entre sí y además con las experiencias y las historias de vida de millares de compatriotas -destaca Lorenz a Télam-. Sabía que habría una tensión entre lo que me parecía que debía problematizar y lo que el público `quiere` leer sobre el tema, en tanto Malvinas está fuertemente connotado".
-T: ¿Cómo cambia la mirada sobre Malvinas una lectura como la que propone el libro, que arranca con el relato de la expansión europea en el siglo XVI y en la que el conflicto bélico de 1982 ocupa apenas algunos capítulos sin eclipsar la escena?
-L: La guerra de 1982, que es tan intensa porque tiene que ver con nuestros propios recuerdos es, pese a eso, un episodio más en la historia larga del Atlántico Sur. Es decir, ¿cómo hacemos para pensar nuestra historia a pesar de aquello que más nos ata a ella, que más nos ha afectado social y personalmente?
Es importante pensar un sentido democrático para el sacrificio de los combatientes en las islas. Si somos capaces de "retroceder" para pensar el conflicto, deberíamos ser también capaces de ser prospectivos, de imaginar un futuro para las islas desde la sociedad que somos hoy.
-T: La guerra de 1982 fue motorizada por una dictadura que vio en ella la posibilidad de detener la pérdida progresiva de poder ¿Por qué los gobiernos democráticos no replantearon la legitimidad de esa guerra y en cambio retomaron la reinvindicación de la soberanía en los términos planteados por la Junta Militar?
- L: La lucha por Malvinas es una política de Estado, y en ese sentido, los gobiernos nacionales están comprometidos a mantenerla. Pero en ese proceso, las formas de adhesión a la causa nacional fueron menos revisadas que otros aspectos del pasado reciente, como la represión ilegal.
Desde 1982 en adelante, el planteo acerca de discutir el por qué y el cómo de nuestra lucha por Malvinas está siempre en un lugar delicado ya que fácilmente te acusan de antipatriota o pro británico.
- T: ¿Y cuánto revela sobre la idiosincracia argentina la manera en que ha circulado Malvinas en los últimos años?
- L: La profundidad del sentimiento malvinero lo es tanto por un proceso de acumulación de varias décadas, como por el afecto depositado en nuestros combatientes, tanto durante la guerra como después, y esto a pesar de las dirigencias que durante años los escondieron porque al no saber bien qué hacer con Malvinas, tampoco sabían muy bien qué hacer hacia ellos.
Como con otros símbolos de la historia argentina, Malvinas pasó a ser un instrumento de lucha política, con la particularidad -en con relación a las miradas que hay sobre los próceres- de que las distintas facciones coinciden en la valoración de la causa. Con Malvinas, todos, a priori, "somos argentinos", pero basta escarbar un poco para darse cuenta de lo complicado que es.
- T: ¿Las posiciones de autores como Groussac o Hernández en torno a Malvinas desencadenaron de alguna manera que la reivindicación de la soberanía se convierta en un componente funcional en tanto siempre abasteció a otras causas?
- L: La causa de las Malvinas se consolidó como un importante ariete simbólico y político, que aunque fue pasando por diferentes manos, condensa, sobre todo, la posibilidad de pensar a la nación argentina de manera "completa".
Con posterioridad a ese proceso, para el revisionismo denunciar la usurpación británica era una manera de denunciar la subordinación a los intereses extranjeros de las élites gobernantes desde finales del siglo XIX.
En el largo plazo, esa manera de referirse a las Malvinas -como un espacio del territorio nacional usurpado por un poder extranjero- vació las islas, tanto de historia como de habitantes. De alguna manera quedaron congeladas en 1833 y eso generó estereotipaciones tanto de la historia argentina como de las representaciones acerca del imperialismo.
- T: Si tomamos en cuenta la decisión de los isleños expresada en el referéndum de marzo de 2013 en favor de su autodeterminación ¿Cómo se zanjaría la encrucijada entre seguir reclamando un territorio de impacto simbólico a riesgo de incrementar el malestar entre sus habitantes y ceder por el contrario a sus peticiones a través de negociaciones que atiendan sus demandas aun cuando esto implique "negociar" la soberanía sobre las islas?
- L: Desde la mirada de un historiador no se puede desconocer que la justicia es una construcción histórica, tanto como la diplomacia y las relaciones internacionales. Y entonces, vale preguntarse si sigue siendo adecuada: no por inválida, sino por insuficiente. Me parece importante marcar algunos puntos.
El primero es que desde 1982 ha transcurrido mucho tiempo y hemos experimentado profundos cambios como sociedad. El segundo es que esa capacidad de revisión del pasado no la hemos trasladado a pensar Malvinas en términos de responsabilidad social: una guerra tiene consecuencias. Y esto se traduce en la no asunción de que la derrota implica repensar nuestra relación con las islas y sus habitantes.
Tercero: el aferramiento a la posición diplomática tradicional es funcional a los británicos y a los isleños recalcitrantes que piensan que no necesitan vincularse con nosotros, ni quieren hacerlo. Por último, debemos distinguir entre británicos e isleños. Identitariamente son malvinenses.