Malvinas: Un objetivo Nacional para los Argentinos


Resultado de imagen para mirage iii argentino(fuerzaaerea.mil.ar) El conflicto por la soberanía de las Islas Malvinas, entre nuestro país y el Reino Unido de Gran Bretaña, viene de 1833 cuando las autoridades argentinas fueron desalojadas por la fuerza. La usurpación del siglo anterior, contraria al derecho internacional, la reiterada desatención a los reclamos y la guerra de 1982, alimentan un sentimiento de agravio al pueblo argentino que, con el tiempo, se ha convertido en parte de la conciencia colectiva. A tal punto el tema Malvinas pone en juego elementos profundos de la misma condición de nación que, todo lo relacionado con las islas, es percibido por los argentinos con un simbolismo que no tienen otros asuntos de interés nacional.

En 1982 habían transcurrido 149 años del desalojo por la fuerza. Desde entonces, la política exterior argentina procuró una solución pacífica y negociada de la disputa por las islas heredadas de España.

Predisposición argentina a la paz y al acuerdo

Desde el punto de vista del derecho internacional, las aspiraciones argentinas se fundamentan en el sistema de reconocimiento legal vigente en Europa en los Siglos XVI y XVII que concede reclamos de territorio res nullis cuando se apela al derecho del descubrimiento, la ocupación efectiva, los tratados o acuerdos internacionales y la proximidad geográfica.


La usurpación y el reclamo argentino

En 1833, las islas fueron ocupadas por la fuerza por Gran Bretaña. De inmediato, Argentina reclamó diplomáticamente el reintegro. Año tras año llevó el asunto a las Naciones Unidas y, pese a las recomendaciones específicas del organismo multinacional, tropezó con la constante negativa británica a negociar.

En enero de 1966 viajó a Buenos Aires el canciller británico Michael Stewart e inició los contactos previos a negociar con la Argentina el futuro de las islas. En 1968 se llegó a un principio de acuerdo, registrado en un documento secreto: Memorando de Entendimiento, cuyo párrafo 4 establecía:


...El objetivo común es solucionar definitivamente y en forma amistosa la disputa sobre la soberanía, teniendo debidamente en cuenta los intereses de la población...

El Gobierno del Reino Unido, como parte de esa solución final, reconocería la soberanía de la República Argentina sobre las Islas a partir de una fecha a ser convenida...

Lamentablemente, pese a la clasificación de secreto, el contenido del acuerdo fue difundido por la prensa británica. La publicación desató la reacción de grupos activistas londinenses. El objetivo común de hallar la solución definitiva no se logró y, sólo el 1º de julio de 1971, como corolario del Memorando de Entendimiento, se consiguió firmar un acuerdo sobre comunicaciones. Este documento, la Declaración Conjunta de Buenos Aires, es el primer logro de las negociaciones.

Gracias a esa Declaración, la República Argentina realizó un esfuerzo sostenido de acercamiento con la población de las islas. La política de comunicaciones desarrollada por la Fuerza Aérea Argentina entre 1971 y 1982, mantenida aún en épocas en que se carecía de embajadores acreditados en Buenos Aires y Londres, fueron percibidas por los isleños como notables señales de buena voluntad.

Tanto las inversiones e iniciativas de los diez años previos al conflicto como la sangre derramada en la batalla por las islas constituyen para la Argentina una experiencia inédita, que cimientan su decisión irrenunciable de reivindicar por siempre los derechos como legítima heredera de los territorios.


El pensamiento de los malvinenses

Durante esos diez años, los malvinenses en general, más allá de los gestos y actitudes corteses hacia los argentinos destacados por la FAA en las islas, demostraron un claro rechazo a la posibilidad de que, alguna vez, se cambiase la soberanía. Por eso, repudiaron toda acción que suponía un avance en las negociaciones.

La mayor resistencia provenía de grupos económicos que veían peligrar sus intereses y se defendían, aunque con distintas motivaciones. La Falkland Island Company, dominadora por décadas de la actividad comercial, percibía el peligro que implicaba enfrentar la competencia argentina y no avizoraba ningún beneficio en un eventual cambio de soberanía.


La decisión de recuperar las Malvinas

El gobierno militar argentino consideró, a fines de 1981, que, a pesar de las recomendaciones de las Naciones Unidas y de los esfuerzos diplomáticos y económicos, el Reino Unido no estaba dispuesta a negociar la soberanía. Como un recurso para hacerla recapacitar, la Junta Militar previó la solución militar como alternativa de las negociaciones. Aprobó la iniciativa presentada por el Almirante Jorge Isaac Anaya, largamente desarrollada en círculos de estudios estratégicos de la Armada, de recuperar las Malvinas mediante una acción sorpresiva e incruenta y posteriormente negociar el traspaso de la soberanía.

Si bien la Armada consideraba que era una operación que podía ejecutar con sus propios medios, se optó por crear una Comisión de Trabajo Conjunta y planear la recuperación con medios de las tres FFAA. La Comisión estableció el 15 de mayo como fecha más temprana para realizarla. Sin embargo, durante marzo de 1982 se produjeron acontecimientos que alteraron las previsiones. Lo que era tan sólo un recurso alternativo se transformó en un objetivo principal.

La Junta Militar decidió recuperar las islas Malvinas el 1º de abril de 1982, asumiendo como muy probables las siguientes suposiciones:


El Reino Unido no reaccionaría con violencia.




EE.UU. se mantendría al margen.




Se podría controlar la crisis y, por lo tanto, negociar la cesión de la soberanía.



Con este modo de acción la Argentina buscaba recuperar un territorio cuyo reclamo fue reconocido como legítimo por los organismos internacionales. La ONU aceptó la naturaleza colonial del diferendo (Resolución 1514) y la validez de los reclamos argentinos sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur (Resolución 2065), invitando a ambos gobiernos a mantener negociaciones por el futuro de las islas. En el mismo sentido se expidieron la OEA (Organización de Estados Americanos) en el Comité Jurídico Interamericano, el Buró de Países No Alineados y el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) en la Resolución del 26 de Abril de 1982.


Los sucesos del mes de abril

Por razones meteorológicas, la alternativa militar para recuperar las islas se demoró hasta el 2 de abril. Ese día el mundo despertó ante un hecho sin precedentes, en particular para América Latina: uno de sus países se erigía solitario contra el mundo y recuperaba un bastión colonial, ocupado desde el año 1833.


La Recuperación



Lograda la ocupación incruenta, al menos para las fuerzas británicas, se instaló un gobierno militar en Malvinas y, salvo los elementos para seguridad y apoyo a las nuevas autoridades, de acuerdo con lo planificado se replegaron las tropas de asalto.

Entretanto, en Gran Bretaña, la crisis fue aprovechada por la oposición laborista que criticaba la política de recortes de la Royal Navy. Tras conocerse el desembarco argentino, se puso en marcha en el Reino Unido la "Operación Corporate" con intervención mayoritaria de la armada real.



Las ingenuas previsiones de la Junta Militar de "recuperar para negociar" se alejaban.


Las gestiones diplomáticas:

La Junta Militar, olvidando que no se habían concretado las suposiciones que hacían viable su plan, escaló el conflicto y pretendió disuadir al Reino Unido del empleo efectivo del poder militar mediante el despliegue a Malvinas de más y mayores elementos de combate.


Contraataque británico


La reocupación de las Georgias por la fuerza de tareas británica, el sábado 26 de abril de 1982, evidenciaba la intención de continuar con Puerto Argentino a la brevedad.

En efecto, el 1º de mayo de 1982 intentó una operación aeronaval para obtener una rápida victoria sobre la guarnición argentina.


Implicancias jurídicas y diplomáticas del conflicto

Las Fuerzas Armadas argentinas se vieron, de ese modo, compelidas a la batalla sin tiempo de preparación. Lo inesperado de la reacción británica obligó al gobierno de la Junta Militar a improvisar la presentación del punto de vista argentino. En general, la comunidad internacional no alcanzaba a comprender el origen ni la causa por la cual la Argentina reivindicaba esos territorios usurpados, ignorando que, a partir del Acuerdo de Comunicaciones subscripto en 1971, los isleños vivían aceptablemente gracias a la ayuda, sustentada básicamente en los servicios aéreos suministrados por la FAA.

A pesar de la rápida escalada, la República Argentina, fiel a sus valores, evitando movimientos pendulares, ignoró las proposiciones de miembros del bloque oriental. Mientras la diplomacia occidental no encontraba más solución al enfrentamiento que la propuesta por el presidente peruano, Fernando Belaúnde Terry y la de Jean Kirkpatrick, representante de los Estados Unidos ante la ONU, el frente interno de ambos países respaldó a sus gobiernos de forma casi total.

Como se esperaba, por la falta de experiencia bélica y particular idiosincrasia argentina, en el transcurso de unas semanas el apoyo popular primero se entibió y después se diluyó. La incapacidad de fomentar un estado de ánimo favorable y sostenido se notó, en especial, a partir de mediados de mayo. El espíritu triunfalista inicial fue decayendo, hasta en ámbitos oficiales y, en algunos sectores, pasó al negativismo. Luego de la capitulación, esta actitud depresiva se evidenció con dramatismo. Los ex combatientes necesitaban más que nunca apoyo moral y espiritual y sólo encontraban indiferencia, cuando no el repudio de sus conciudadanos. El tiempo modificó esta percepción y, en la actualidad, los veteranos de Malvinas son respetados. Distintos niveles del gobierno nacional, al igual que autoridades provinciales y municipales de todo el país e innumerables organizaciones no gubernamentales colaboran y ayudan a los ex combatientes, a sus familias y las asociaciones que constituyeron.

En la Argentina, las consecuencias del conflicto fueron determinantes. Se convocó a elecciones generales y se reemplazó el gobierno militar por uno democrático. Gran Bretaña construyó la Fortaleza Falkland y los EE.UU., ante las fallas observadas en los sistemas de armas y tácticas de su aliado en la OTAN, dispuso una actualización tecnológica y doctrinaria cuyos frutos se observaron en la guerra del Golfo Pérsico.

En Malvinas, el texto de la Convención de Ginebra tuvo diferentes interpretaciones para los protagonistas. La Argentina, demostrando conductas de profundo sentido ético no atacó buques hospitales sorprendidos en posiciones de dudosa utilidad táctica ni empleó bombas Napalm, a pesar de disponer de ellas, por considerarlas inhumanas. Entretanto, la aviación británica utilizó indiscriminadamente bombas antipersonales BL-755 o Beluga, que pueden entrar en una clasificación similar; sin mencionar el hundimiento del General Belgrano fuera de la zona de exclusión.