Los otros chicos de la guerra: hijos de ex combatientes y caídos en las islas

(clarin.com) La película “Los chicos de la guerra” de Bebe Kamin inmortalizó el modo en que se llamó a los conscriptos de Malvinas. Pero no son los únicos chicos que tuvo la guerra. Hay otros. Los hijos de ex combatientes que crecieron marcados con las historias de sus padres y también, los nenes que vivían en las islas en 1982.

Los primeros no pueden disimular el orgullo que sienten por sus papás, “héroes” de Malvinas. Se emocionan, se les quiebra la voz y sueñan con honrarlos. Saben desde la cuna que sus padres estuvieron en las islas y se jugaron la vida en esos 74 días de conflicto armado con el Reino Unido. Uno de ellos, la perdió. Es Julio Rubén Cao, el papá de Julia, uno de los pocos voluntarios que fueron a la guerra.

Delmira Cao es su madre y la abuela de Julia. Además, la presidenta de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Junto a su nieta también lucha, pero por la memoria de los caídos. “Me gustaría que se enseñara en el colegio lo que hicieron pero sin victimizar. Porque no son víctimas. Son soldados valientes que fueron a defender a su patria. Ellos murieron y el único reconocimiento es que no sean olvidados”, dice.


Pedro Barbosa tenía 19 años cuando fue como soldado a las islas. Los mismos que tiene hoy su hijo Félix. Tras la guerra, Pedro necesitó ayuda y empezó a reunirse con ex combatientes. “Se transformó en una terapia”, recuerda. Su hijo lo acompañaba a esas reuniones. Tenía 5 añitos y necesitaba entender. Pero para entender el nene necesitaba ver. Por eso, pedía a los amigos de su papá que le dibujaran las armas con las que habían peleado. “Cuando un compañero le hablaba de un mortero, Félix retrucaba ¿Qué es un mortero? Dibujame el mortero, el proyectil”, cuenta Pedro.

Eduardo Gauna es piloto de la Armada y el papá de Fernando. Estaba destacado en la Escuadrilla Aeronaval de Propósitos Generales cuando lo convocaron para el conflicto. Le tocó salir en busca de pesqueros ingleses que colaboraban con los británicos. Vivió momentos muy difíciles como cuando veía regresar “menos aviones de los que salían”. “Uno no está absolutamente preparado para eso”, reconoce Eduardo a pesar de su pasado como militar.

El cordobés Carlos Graziani volvió a los campos de batalla en febrero pasado. Estuvo una semana en las islas tratando de cerrar un ciclo y sus heridas de guerra. Es el papá de Franco, un productor agropecuario de 22 años, tres más de los que él tenía cuando fue a Malvinas. Cada 2 de abril, la fecha del desembarco argentino, la casa de la familia Graziani se embandera de celeste y blanco: "Al frente se pone la bandera. Se termina viviendo como un día más, pero por dentro es especial. La guerra está siempre presente", destaca Franco.

Rafael Cornejo es el papá de Gloria y otro piloto de la Armada. Se fue a la guerra sin saber si volvería a ver a su hija, que nació prematura y muy frágil el 14 de marzo de 1982. “El conflicto lo pasé con la preocupación extra de tener a Gloria en incubadora, con un montón de aparatos, sin saber si iba a vivir o no”, se emociona aún Rafael. Tras decenas de misiones en las que vio caer hasta a un primo, volvió a Salta adonde lo esperaban su esposa y la beba. Su hija había sobrevivido igual que él.

Stephen Luxton, Lisa Watson y Dan Fowler eran muy chicos en 1982 y vivieron la guerra en carne propia. El primero fue deportado a punta de pistola porque su padre era un líder político de los kelpers. Lisa vio a los argentinos entrar a patadas a su casa y Dan nació en Malvinas el 13 de abril. Es hijo del conflicto, dice. Y uno de los otros chicos de la guerra.