Por Ernesto López *
La reunión entre los vicecancilleres de Argentina y el Reino Unido recientemente realizada en Londres –continuadora de la que se realizó en septiembre pasado en Buenos Aires y levantó una densa polvareda de críticas– abarcó diversos temas. En su comunicado oficial nuestra Cancillería destacó el loable acuerdo alcanzado para proceder a la “identificación de los soldados argentinos no identificados sepultados en el cementerio de Darwin”. Pero se abordaron también en ella varios otros importantes asuntos, entre ellos: el incremento de los vuelos entre las islas y el continente; comercio e inversión; y seguridad internacional. Ambos países declararon, asimismo, su recíproco interés por “poner énfasis en la agenda positiva de las relaciones con el objetivo de estrechar aún más los vínculos bilaterales, desarrollar lazos más cercanos y una sólida cooperación en beneficio de los pueblos de ambos países”.
Dos cuestiones se destacan. Una es la participación de dos miembros de la Asamblea Legislativa de las islas en las reuniones. Obviamente, esta presencia consentida por nuestro país fortalece la posición británica que, en el ya largo combate librado en Naciones Unidas, se sustenta en el presunto derecho de autodeterminación de los isleños. Error garrafal: Argentina debe seguir sosteniendo que el pleito es entre dos estados (el nuestro y el británico), tal como lo reconoce la ONU. Carece absolutamente de sentido haber aceptado la participación de los otrora kelpers.
La otra es la referida al aumento de la frecuencia de los vuelos, a la que se califica de “principio de entendimiento”. El beneficio de esto para los isleños y para la Corona es inmediato. Pero ¿qué gana Argentina? Absolutamente nada si nuestro objetivo principal en este diferendo/conflicto es la recuperación de la soberanía sobre las islas. El incremento de los vuelos abarata los traslados de las personas y de los abastecimientos, en ambos casos tanto del ámbito civil como del militar. Debe entenderse claramente que el costo de mantenimiento para el Reino Unido de esa posesión colonial y del aparato bélico instalado allí debe ser un asunto que debe tenerse permanentemente en cuenta y debería pesar a la hora de desarrollar nuestra acción diplomática. Abundando sobre el tema: Donald Trump ha anunciado ya que Europa deberá incrementar su gasto en defensa y velar por su propia seguridad; el Reino Unido tiene su único portaaviones en reparación y debe aggiornar su dotación de misiles Trident sobre los que basa su poderío nuclear. Además, debe mencionarse que la resolución práctica del Brexit le ocasionará costos económico-financieros que no tenía previstos. Y que en el complejo escenario de la seguridad internacional actual seguramente considera al Atlántico Sur como un teatro de ahorro de medios y de esfuerzos. Así las cosas, lo decidido no beneficia a la Argentina y sí, en cambio, al Reino Unido. ¿Cómo explicar este insólito favor? No es improbable que la respuesta se encuentre entre los pliegues del propósito de “estrechar aún más los vínculos”, mencionado en el comunicado ministerial: que el interés principal no sea la defensa de una soberanía reclamada sino la expectativa del arribo de inversiones, del incremento del intercambio comercial y, eventualmente, del apoyo financiero. En corto: volver a colocar a la Argentina en el mundo, como se dice en los mentideros oficialistas.
En fin, dos costosos yerros que probablemente lamentaremos en el futuro.
* Sociólogo. Ex embajador en Haití y Guatemala.
La reunión entre los vicecancilleres de Argentina y el Reino Unido recientemente realizada en Londres –continuadora de la que se realizó en septiembre pasado en Buenos Aires y levantó una densa polvareda de críticas– abarcó diversos temas. En su comunicado oficial nuestra Cancillería destacó el loable acuerdo alcanzado para proceder a la “identificación de los soldados argentinos no identificados sepultados en el cementerio de Darwin”. Pero se abordaron también en ella varios otros importantes asuntos, entre ellos: el incremento de los vuelos entre las islas y el continente; comercio e inversión; y seguridad internacional. Ambos países declararon, asimismo, su recíproco interés por “poner énfasis en la agenda positiva de las relaciones con el objetivo de estrechar aún más los vínculos bilaterales, desarrollar lazos más cercanos y una sólida cooperación en beneficio de los pueblos de ambos países”.
Dos cuestiones se destacan. Una es la participación de dos miembros de la Asamblea Legislativa de las islas en las reuniones. Obviamente, esta presencia consentida por nuestro país fortalece la posición británica que, en el ya largo combate librado en Naciones Unidas, se sustenta en el presunto derecho de autodeterminación de los isleños. Error garrafal: Argentina debe seguir sosteniendo que el pleito es entre dos estados (el nuestro y el británico), tal como lo reconoce la ONU. Carece absolutamente de sentido haber aceptado la participación de los otrora kelpers.
La otra es la referida al aumento de la frecuencia de los vuelos, a la que se califica de “principio de entendimiento”. El beneficio de esto para los isleños y para la Corona es inmediato. Pero ¿qué gana Argentina? Absolutamente nada si nuestro objetivo principal en este diferendo/conflicto es la recuperación de la soberanía sobre las islas. El incremento de los vuelos abarata los traslados de las personas y de los abastecimientos, en ambos casos tanto del ámbito civil como del militar. Debe entenderse claramente que el costo de mantenimiento para el Reino Unido de esa posesión colonial y del aparato bélico instalado allí debe ser un asunto que debe tenerse permanentemente en cuenta y debería pesar a la hora de desarrollar nuestra acción diplomática. Abundando sobre el tema: Donald Trump ha anunciado ya que Europa deberá incrementar su gasto en defensa y velar por su propia seguridad; el Reino Unido tiene su único portaaviones en reparación y debe aggiornar su dotación de misiles Trident sobre los que basa su poderío nuclear. Además, debe mencionarse que la resolución práctica del Brexit le ocasionará costos económico-financieros que no tenía previstos. Y que en el complejo escenario de la seguridad internacional actual seguramente considera al Atlántico Sur como un teatro de ahorro de medios y de esfuerzos. Así las cosas, lo decidido no beneficia a la Argentina y sí, en cambio, al Reino Unido. ¿Cómo explicar este insólito favor? No es improbable que la respuesta se encuentre entre los pliegues del propósito de “estrechar aún más los vínculos”, mencionado en el comunicado ministerial: que el interés principal no sea la defensa de una soberanía reclamada sino la expectativa del arribo de inversiones, del incremento del intercambio comercial y, eventualmente, del apoyo financiero. En corto: volver a colocar a la Argentina en el mundo, como se dice en los mentideros oficialistas.
En fin, dos costosos yerros que probablemente lamentaremos en el futuro.
* Sociólogo. Ex embajador en Haití y Guatemala.