(laarena.com.ar) Opinión. Por torpeza o simple ignorancia los desaciertos diplomáticos del gobierno nacional han sido repetidos y de un nivel que hace sospechar de la capacidad de los responsables políticos de esa área.
El mismo presidente se vio envuelto en uno de ellos durante su última presencia en las Naciones Unidas, por más que fuera disimulado por los grandes medios oficialistas encubriéndolo con otras actuaciones intrascendentes.
En pocas palabras: el actual gobierno es proclive a cometer errores de significación en política exterior, algunos de ellos francamente negativos para los intereses del país.
Con semejantes antecedentes quizás no debería sorprender demasiado el último tropiezo, pero su significación es tanta y tan alto el nivel en donde se concretó que no puede omitirse una reflexión crítica sobre él. La impericia corrió por cuenta del Ministerio de Desarrollo Social y consistió en presentar en la página oficial de Internet del organismo un mensaje de salutación de fin de año ilustrado con un mapa de la Argentina al que le amputaron nada menos que las Islas Malvinas.
La torpeza -obviamente responsabilidad de la ministra Carolina Stanley- causó estupor primero e indignación después y muy especialmente entre las instituciones que agrupan a ex combatientes o que se identifican con las luchas por la soberanía argentina, usurpada en el siglo XIX por los ingleses.
Para peor esta negligencia ocurre en momentos en que llueven críticas al gobierno por llevar adelante “una política de desmalvinización” manifiesta en los recientes acuerdos firmados por la canciller que le otorgan al Reino Unido una serie de concesiones inadmisibles vinculadas a la explotación de recursos naturales, especialmente pesca e hidrocarburos, postergándose el reclamo por la soberanía, explícitamente considerado una “cuestión de Estado” por nuestras leyes.
Para colmo esto ocurre en tiempos en que crece la importancia geoestratégicas del archipiélago, convertido en una importante base militar después del desastroso conflicto que desatara la última dictadura militar.
Semejante error, acaso el más grosero cometido por un miembro del gabinete nacional, avala la insidiosa postura británica, mal que nos pese, ya que se trata de una expresión oficial. Seguramente que nadie lo atribuirá a un acto deliberado pero tremendo desliz ministerial no puede pretender ser soslayado apelando a la torpe ironía, puesta de manifiesto de inmediato, en relación a la coincidencia entre el apellido de la ministra y el nombre anglófilo de la capital malvinense.
Semejante falta, a la no parece exagerado calificar como un agravio a la soberanía al mutilar el mapa del territorio nacional, se intentó reparar con una escueta nota pidiendo “disculpas por parte de la autoridad por el error del departamento de diseño en el saludo de fin de año”. La parquedad de la frase no se condice con la gravedad del error, que la prensa internacional (especialmente la británica) ya comenta en tono sarcástico.
Una vez más los hechos demuestran que “el mejor equipo de gobierno” del que se jacta el Presidente está muy lejos de merecer esa ostentosa calificación.
El mismo presidente se vio envuelto en uno de ellos durante su última presencia en las Naciones Unidas, por más que fuera disimulado por los grandes medios oficialistas encubriéndolo con otras actuaciones intrascendentes.
En pocas palabras: el actual gobierno es proclive a cometer errores de significación en política exterior, algunos de ellos francamente negativos para los intereses del país.
Con semejantes antecedentes quizás no debería sorprender demasiado el último tropiezo, pero su significación es tanta y tan alto el nivel en donde se concretó que no puede omitirse una reflexión crítica sobre él. La impericia corrió por cuenta del Ministerio de Desarrollo Social y consistió en presentar en la página oficial de Internet del organismo un mensaje de salutación de fin de año ilustrado con un mapa de la Argentina al que le amputaron nada menos que las Islas Malvinas.
La torpeza -obviamente responsabilidad de la ministra Carolina Stanley- causó estupor primero e indignación después y muy especialmente entre las instituciones que agrupan a ex combatientes o que se identifican con las luchas por la soberanía argentina, usurpada en el siglo XIX por los ingleses.
Para peor esta negligencia ocurre en momentos en que llueven críticas al gobierno por llevar adelante “una política de desmalvinización” manifiesta en los recientes acuerdos firmados por la canciller que le otorgan al Reino Unido una serie de concesiones inadmisibles vinculadas a la explotación de recursos naturales, especialmente pesca e hidrocarburos, postergándose el reclamo por la soberanía, explícitamente considerado una “cuestión de Estado” por nuestras leyes.
Para colmo esto ocurre en tiempos en que crece la importancia geoestratégicas del archipiélago, convertido en una importante base militar después del desastroso conflicto que desatara la última dictadura militar.
Semejante error, acaso el más grosero cometido por un miembro del gabinete nacional, avala la insidiosa postura británica, mal que nos pese, ya que se trata de una expresión oficial. Seguramente que nadie lo atribuirá a un acto deliberado pero tremendo desliz ministerial no puede pretender ser soslayado apelando a la torpe ironía, puesta de manifiesto de inmediato, en relación a la coincidencia entre el apellido de la ministra y el nombre anglófilo de la capital malvinense.
Semejante falta, a la no parece exagerado calificar como un agravio a la soberanía al mutilar el mapa del territorio nacional, se intentó reparar con una escueta nota pidiendo “disculpas por parte de la autoridad por el error del departamento de diseño en el saludo de fin de año”. La parquedad de la frase no se condice con la gravedad del error, que la prensa internacional (especialmente la británica) ya comenta en tono sarcástico.
Una vez más los hechos demuestran que “el mejor equipo de gobierno” del que se jacta el Presidente está muy lejos de merecer esa ostentosa calificación.