En su larga trayectoria como embajador, José Cuenca vivió la Transición y la Perestroika, negoció directamente con el Frente Polisario la liberación de 38 pescadores españoles y emprendió unas conversaciones con Reino Unido que, de no haber sido por la guerra de las Malvinas, hubieran conducido a una “solución irreversible” para Gibraltar. Todo ello lo cuenta en su libro De Adolfo Suárez a Gorbachov. Testimonios y confidencias de un embajador, publicado por Plaza y Valdés y presentado públicamente esta semana en Madrid y Sevilla.
“No soy amigo de hacer paralelismos ni de comparaciones” sobre los procesos aperturistas español y ruso, pero “es verdad que Gorbachov estuvo siempre muy interesado en la transición española”, declaró Cuenca a The Diplomat in Spain. “Se le dijo siempre, concretamente fue Felipe González, que la Transición española era completamente diferente, que no intentase seguir el ejemplo español, porque la realidad histórica, económica geográfica era enteramente diferente”, recordó. En todo caso, en lo que sí coincidieron los dos líderes mencionados en el título del libro es en que “ambos fueron dos grandes hombres que cambiaron su país para mejor”.
Suárez y Gorbachov también coincidieron en el hecho, más particular, de que los dos entablaron una fuerte amistad personal con Cuenca (embajador en Moscú entre 1986 y 1992), a quien incluso solicitaron que relatara las dos experiencias históricas en sendos libros de memorias. “Usted ha sido el único embajador occidental que ha vivido durante más de cinco años la ascensión, la crisis y el final de la Perestroika”, le dijo Gorbachov, citado en el libro. En cuanto a Suárez, el ex presidente le confesó en 2001 que padecía lesiones cerebrales irreversibles y le rogó que se pusiera manos a la obra cuanto antes porque, en caso contrario, él no ya podría ayudarle con sus testimonios.
El libro relata por primera vez dos importantes episodios de la historia diplomática española del último medio siglo que José Cuenca vivió personalmente. Por una parte, se recuerda la misión que le encargó el entonces ministro de Exteriores, José Pedro Pérez Llorca, en 1980 para liberar a 38 pescadores secuestrados por el Frente Polisario. “Fue un acto extraordinariamente importante, de las cosas más bonitas que yo he hecho en toda mi carrera”, explicó a The Diplomat.
“Allí estuvimos en Argel, con el embajador Emilio Cassinello, más de 50 días negociando con ellos”, recordó. Los saharauis “no nos pidieron jamás compensaciones económicas ni mucho menos dinero, lo digo claramente porque eso es lo la gente piensa en los negocios sobre rehenes; quisieron conseguir unas ventajas políticas que no les podíamos dar, y al final se convencieron, nos convencimos todos, de que era conveniente un acuerdo”, con lo que “nos trajimos a los pescadores, firmamos una declaración conjunta y eso fue todo”, relató.
El embajador José Cuenca vivió la Transición y la Perestroika y fue amigo de Suárez y Gorbachov
Otro aspecto poco conocido que se rememora en el libro son las negociaciones de 1982 con Reino Unido, en las que participó en calidad de director general para Europa y Asuntos Atlánticos, para intentar solucionar el contencioso sobre Gibraltar, concretamente lo que él llama la “no nata declaración de Sintra”. “Nos íbamos a reunir en Sintra el 3 de abril del 82 sábado”, explicó. “El día 2 teníamos preparado ya el documento para firmarlo, estábamos de acuerdo las dos partes en poner en marcha un mecanismo, una dinámica irreversible para resolver el conflicto de Gibraltar, no inmediatamente, pero sí poner en marcha esa dinámica de solución”, prosiguió.
No obstante, el viernes le llamó por teléfono el embajador de España en Nueva York, para transmitirle un mensaje; “Pepe, acaba de comenzar la invasión de las Malvinas”. “Eran las once de la mañana, había Consejo de Ministros, yo llamé al Consejo de Ministros y dije: ministro (Pérez Llorca), acaban de llamar de Nueva York, ha empezado la invasión de las Malvinas, por tanto mañana no hay reunión en Sintra ni hay acuerdo, ni hay papel ni hay nada”, recordó.
“Eso sucedió así, en la vida internacional también hay que tener suerte. Cuando teníamos todo preparado, pues pasó eso, ¿y qué es lo que sucedió? Pues que el ministro Lord Carrington fue inmediatamente destituido, el tema de las Malvinas absorbió toda la atención de la señora Thatcher y del Gobierno británico y de Gibraltar nunca más se supo”, declaró. “No soy tan ingenuo como para pensar que la señora Thatcher nos iba a regalar Gibraltar al día siguiente, pero sí estoy convencido de que ese papel (la declaración de Sintra) iba a poner en marcha el proceso irreversible para la solución irreversible, de eso sí estoy convencido”, lamentó.