NATASHA DE CLARIN Y LOS SIETE LILITOS
César González Trejo (*)
27/12/2011
Natasha tiene oficio. Hace años que trabaja en Clarín, y aunque el nadie resiste tres
tapas del diario haya quedado atrás, sabe también que aún muchos sectores reafirman
sus prejuicios, sus temores y sus odios con su lectura cotidiana, y aún permite instalar
agenda en algunos sectores de poder.
Natasha sabe bien que la verdad no importa, que su oficio es otra cosa, y lo disfruta. Un
cosquilleo le recorre el cuerpo y una irrefrenable sonrisa -un tanto efímera-, se le dibuja
en los labios cuando comprueba la preocupación que han generado sus cometarios entre
algunos funcionarios y operadores políticos.
No conoció el viejo oficio de periodista, basado en la investigación, en recurrir a fuentes
fidedignas y en publicar información verificable. Sabe que una operación bien ejecutada
valen más que mil hechos ciertos.
A Natasha le gustaría ser una intelectual; por eso, desde hace años, intenta escribir un
libro. Y eligió un tema de lo más promisorio. De aquellos que aseguran un público para
agotar la primera edición, y que –piensa ingenuamente-, contará incluso con el apoyo de
los popes del diario y una difusión garantizada por los otros medios cobijados a la
sombra del sutil dominio inglés. Quién sabe, hasta pueda viajar a Londres y otras
hermosas capitales europeas, con gastos pagos y todo.
El tema son los vejámenes, abusos de poder y crímenes cometidos por los oficiales y
suboficiales argentinos sobre las propias tropas en la guerra de Malvinas.
Perseverancia no le falta. Durante la década del ’90, cuando desde la Federación de
Veteranos de Guerra denunciamos a los británicos ante la Comisión Investigadora de
Crímenes de Guerra que se creó en el Ministerio de Defensa a pedido nuestro, más que
los homicidios de los paracaidistas ingleses sobre los prisioneros argentinos, le
interesaban los estaqueamientos ordenados por algún oficial argentino.
Le causaba mayor preocupación humanitaria si algún suboficial de las propias fuerzas
había ordenado castigar a un soldado argentino por sacrificar una oveja, que las tareas
peligrosas que los ingleses ordenaron realizar a prisioneros argentinos en Darwin, con la
pérdida de tres vidas y más de veinte heridos. Le quitaba el sueño conocer cómo algún
militar de la Armada o del Ejército había maltratado a un conscripto propio, que
enfrentarse a los cortes de orejas que los parac británicos practicaron sobre los
cadáveres de nuestros soldados. Se regodeaba pensando cómo convertir en crímenes de
lesa humanidad a los vejámenes cometidos por argentinos, sin prestar atención a la
denuncia de crimen de guerra que - tanto en nuestro país como en la misma Londres-,
pesa sobre el hundimiento del Crucero A.R.A. “Gral. Belgrano”.
Por cierto, cada cual establece sus prioridades, según el interés que defiende.
Cuando, luego de tantos años, a fines del 2009 los Familiares de los Caídos en Malvinas
y en el Atlántico Sur, lograron organizar los viajes de inauguración del Monumento
construido en el Cementerio de Darwin, en la Isla Soledad, Natasha creyó oportuna la
ocasión para insistir sobre la denuncia sobre las propias fuerzas, más que prestarle
atención al homenaje en ciernes.
Como tantos otros escribas instalados en los sectores del privilegio mediático y cultural,
Natasha recibió con beneplácito a la película Iluminados por el fuego, dirigida por
Tristán Bauer, basada en el libro homónimo de Edgardo Esteban y con la adaptación de
guión del otrora diputado kirchnerista Miguel Bonasso.
Es que en ese film, las cosas volvían a estar en su lugar. Nada de Héroes de Malvinas,
de relatos épicos, de asesinatos británicos, de colonialismo, de piratería inglesa y
complicidad norteamericana. Nada de pueblo en la Plaza vivando la recuperación, y de
sudacas anotándose en las embajadas argentinas para pelear contra los gringos.
Nada de reclamos fascistoides, de denuncia de pesca ilegal, de exploración petrolera, de
agresiones unilaterales imperialistas. Nada de negritos correntinos, chaqueños o
tucumanos enfrentando con valor a los soldados enviados por su majestad. El único
relato que interesa estaba ahí: Gastón Paul encarnando al chico sensible, de clase media
porteña, rubio y de ojos claros, vejado por un teniente de rasgos psicopáticos, genocida
y torturador.
Y cuando la ficción se convirtió en una presentación judicial contra oficiales y
suboficiales argentinos por crímenes de lesa humanidad ¡Aleluya!, por fin había algo
que publicar en el gran diario argentino.
¡Qué satisfacción orgásmica cuando los Juzgados Federales de Río Grande y Comodoro
Rivadavia declararon que la guerra fue iniciada por la dictadura argentina para
perpetuarse en el poder, y que los vejámenes denunciados podrían considerarse
crímenes de lesa humanidad!
Y es aquí donde entran a tallar los siete lilitos, es decir, el puñado de ex combatientes
del CECIM La Plata que, autodefiniéndose como anti-héroes, han sustituido a las
representaciones genuinas de los ex soldados combatientes con habilidad palaciega.
Parece un siglo, pero fue nada más que una década atrás, cuando Lilita Carrió llegó al
Aeropuerto Internacional de Ezeiza cargada de 18 cajas de cartón proporcionadas por el
Senador Carl Levin del Congreso norteamericano. Eran los tiempos que la ex
funcionaria judicial designada por la dictadura en la Provincia del Chaco soñaba con
convertirse en presidente de la Nación.
Lilita realizaba un promedio de tres denuncias por día y se encaramaba al puesto de
Fiscal de la República, inflada por la generosidad de los medios de comunicación
hegemónicos.
La insustancialidad de su calidad ética, de su versatilidad ideológica y de lo
inconducente de su vocación denunciativa, la llevaron a un punto sin retorno: el
ridículo. Tanto la inflaron, que explotó. Por supuesto, de las cajas no se supo nunca más
nada.
Tomando este ejemplo de la sórdida realidad política local, hemos dado en llamar lilitos
a los muchachos del CECIM La Plata.
Al igual que la prócer que emulan, a los lilitos les encanta la denuncia hueca y sin
fundamento jurídico, con mero afán de propaganda. No les importa el dañ o que puedan
generar a sus supuestos defendidos, mientras les reporte bastantes centímetros en la
prensa escrita, segundos de televisión o de radio. Tampoco tienen pruritos a la hora de
elegir en qué medios difunden “sus” operaciones.
Y a diferencia de su blonda y gruesa modelo, cuentan con la ventaja de publicación
asegurada en los medios hegemónicos y en los contra-hegemónicos: un día una
denuncia en Clarín y al otro día en Página 12. Un reportaje en Canal 7, y otro en TN.
Un documental en Canal Encuentro, y otro en History Channel. Todo vale en la guerra
psicológica moderna.
Como tampoco les importó en 2006 tratar de “loca linda” a la hija de Margaret
Thatcher e invitarla a comer un rico asado en su sede de la ciudad de La Plata,
colaborando prestos con la filmación de The Mamy’s War que produjo Carol Thatcher
para los festejos que el 14 de Junio de 2007 en homenaje a la Dama de Hierro,
compartidos por el tercera vía Tony Blair, la reina de Inglaterra y todo el staff
colonialista del RU.
Paralelamente a esa importante colaboración cinematográfica, los lilitos del CECIM La
Plata se aprestaban a otro aporte significativo a mrs. Thatcher: convertir a Iluminados
por el fuego de ficción en realidad tribunalicia.
La operación tuvo la intensa cooperación de un joven abogado correntino que se
desempeñaba en la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Corrientes,
Pablo Vassel, luego promovido a funcionario del Consejo de la Magistratura de la
Nación.
En Corrientes y en Chaco, convocaron a numerosos ex combatientes a realizar
denuncias –reales o ficticias, no importaba-, contra superiores por abusos, vejámenes o
crímenes cometidos en su perjuicio.
Prometieron resarcimientos económicos como resultado de los juicios, así como
acelerar el manoseado reconocimiento histórico (también plata), en una operación
semejante a los métodos aplicados por nuestros superiores cuya crítica compartimos:
“animémonos y vayan”.
Eligieron como blancos a un ex suboficial, Pedro Pierre, que les molestaba por dos
motivos: su militancia peronista y por conducir en ese entonces la Federación de
Veteranos de Guerra de la Provincia de Buenos Aires. Y también a un oficial retirado,
Jorge Taranto, quien condujo durante años el programa radial Malvinas, la verdadera
historia, que había atacado desde ese espacio los contenidos de la película dirigida por
Tristán Bauer.
Nada hay que reprochar a la intención genuina de brindar oportunidad de reparación a
una ofensa a quien la haya sufrido, no importa el tiempo transcurrido. Y menos, a la
decisión de promover Memoria, Verdad y Justicia acerca de la Causa de Malvinas y lo
acontecido en la guerra de 1982.
Pero el camino elegido por los lilitos del CECIM La Plata es el opuesto a esas legítimas
pretensiones.
Jamás, en 24 años de postguerra, los lilitos promovieron denuncia e investigación
alguna. Sí lo habíamos hecho desde el Centro de Ex Soldados Combatientes en
Malvinas de Capital Federal, aún antes de que concluyera la dictadura cívico-militar, en
el año 1983, cuando acompañamos institucionalmente una denuncia efectuada por un ex
soldado conscripto por estaqueamiento.
Eso nos valió largos meses de seguimiento y aprietes por parte de la inteligencia militar,
que estacionaban sus Falcon verdes en la esquina de nuestra sede de Avda. Rivadavia
1260, en la Capital Federal. Cientos de llamados amenazantes, dirigidos especialmente
contra el que fuera nuestro presidente, Jorge Omar Vázquez. Intercepciones en la vía
pública, y hasta patoteadas a compañeros pertenecientes al Centro, como forma de
mensajes intimidatorios.
También nos dimos cuenta, prematuramente, cuál iba a ser la actitud de la prensa
infame. Los grandes medios nos publicaron en tapa la denuncia, mientras duró
(finalmente, el denunciante desistió de proseguir la causa, y nos dejó “pagando”).
Cuando volvimos a recurrir a la misma prensa para difundir la necesidad de aprobar una
ley que otorgara prioridades laborales, sanitarias, educativas y habitacionales a los ex
soldados combatientes, no nos dieron más bola. Comenzamos a comprender la
maniobra desmalvinizadora que estaba en ciernes (La Ley finalmente se aprobó en
1984, bajo el número 23.109, archivada durante todo el gobierno alfonsinista).
Fue muchos años después, en 2006, cuando los lilitos promovieron la denuncia ante la
Justicia Federal de Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego, y en Comodoro
Rivadavia, en la Provincia del Chubut. Tan tardíamente, que toda acción penal se
encontraba prescripta, y con un Código de Justicia Militar modificado (hay quien opina
que el viejo Código podría igualmente ser utilizado, pero este no fue el camino elegido
por los lilitos del CECIM La Plata).
Esto les daba la posibilidad de apelar a la figura de crímenes de lesa humanidad para
caracterizar a las faltas que hubieren cometido los propios superiores en perjuicio de sus
subordinados, “buscando” la imprescriptibilidad.
Pero sucede que para caracterizar un crimen como de lesa humanidad deben darse
condiciones que no ocurrieron en la guerra contra el Reino Unido por la soberanía sobre
las Islas Malvinas y del Atlántico Sur.
La doctrina internacional establece que un crimen de lesa humanidad ocurre como
derivación de una orden expresa emanada de autoridad estatal –o, al menos, paraestatalejecutada por funcionarios en forma sistemática y reiterada, para eliminar o torturar a un
grupo de personas en forma deliberada y planificada.
Por cierto, no existió ese tipo de orden de las autoridades militares a la oficialidad y
suboficialidad en perjuicio de los conscriptos argentinos durante la guerra de 1982.
Sí existieron actitudes deshonrosas y hasta criminales, por parte de algunas personas
que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Que, por supuesto, merecen su
castigo.
Pero el camino elegido por los lilitos, lejos de acercarlos a la justicia, llevo a los
ofendidos a un callejón sin salida hacia la impunidad de los réprobos. Utilizaron a los ex
soldados combatientes que recibieron ofensas para impulsar una vía judicial imposible
desde el punto de vista del Derecho, para promover su objetivo ideológico: homologar
el conflicto armado de Malvinas e Islas del Atlántico Sur con el Terrorismo de Estado.
Esta maniobra, que se inscribe plenamente en la estrategia británica, pues disuelve las
responsabilidades del colonialismo anglo-norteamericano en la re-invasión de Malvinas
y demás Islas del Atlántico Sur, también encubre los crímenes cometidos por esas
fuerzas.
Curiosamente, desde 1995 existe una Ley Nacional (Nº 24.517), que ordenó constituir
una Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra británicos en la guerra de Malvinas
y del Atlántico Sur con la integración de los tres poderes del Estado Nacional, que
jamás se conformó. Y que, reactivándose y modificándose sus alcances, podría también
establecer méritos y deméritos, e imponer premios y castigos.
Desde 1999, existe una causa abierta contra los responsables de crímenes de guerra
británicos en el Juzgado Federal de Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego, pero que
no se activa por falta de voluntad política y jurídica. Y cuyo tratamiento contrasta
significativamente con la celeridad dada a la denuncia por supuestos crímenes de lesa
humanidad.
Los lilitos y Natasha nunca se expresaron respecto de esas denuncias: hacen como si no
existiesen.
En la guerra de Malvinas y del Atlántico Sur, la verdadera doctrina jurídica a aplicar es
el Derecho Internacional Humanitario conformado por las Convenciones de Ginebra y
sus Estatutos complementarios, que fija las reglas de la guerra entre los Estados.
Los delitos o crímenes cometidos por las partes en perjuicio de sí mismas, es regido por
los Códigos de Justicia militar o las normas penales de las respectivas partes.
La manipulación ideológica de esos plexos jurídicos ya ha sido desestimada por el
Tribunal de Casación de la Nación, cuando en un fallo contundente, expedido en 2009,
afirmó:
“…por más aberrantes que puedan resultar las acciones que presuntamente se habrían
desarrollado, no se encuentran acreditados los requisitos de sistematicidad ni
generalidad del ataque, como elementos que elevarían los delitos supuestamente
cometidos a la categoría más grave de delitos contra la humanidad”
“…no resulta plausible dar por probada la denominada pauta de contexto en que debe
verificarse el delito a partir del momento histórico en que se desarrollaron los hechos y
que, en función de esa coincidencia temporal con otros actos perpetrados por el
gobierno de facto que detentaba el poder, aquellos deban quedar subsumidos en la
misma calificación que éstos. Una elaboración de esa índole no solamente adolece de
falta de logicidad, sino que además, podría conducir a resultados jurídicos de
manifiesta arbitrariedad, llevando a considera crímenes de tal entidad a delitos
aislados por la sola circunstancia de haber sido cometidos por personal o autoridad de
alguna fuerza y durante la última dictadura militar”
“…no resiste el menor análisis el argumento de que las acciones imputadas a Taranto
hayan sido llevadas a cabo de conformidad con una política de Estado o para
promover una política de Estado, pues ello no puede inferirse de modo alguno de los
hechos ni circunstancias del caso”.
“…no existen elementos que posibiliten trasladar los actos de la lucha contra la
subversión o lo acontecido en la guerra de Malvinas….aquellas personas que
resultaron víctimas de los supuestos estaqueamientos o enterramientos, no poseían
características especiales, ni eran objeto de dicho padecimiento en virtud de alguna
tendencia política o ideológica, que permita sostener una vinculación con la
metodología utilizada por aquellos años por el gobierno de facto”.
“…la pretensión de que el hecho que se denunció en esta causa constituye un crimen
de lesa humanidad no es en absoluto correcta. No solo no resiste el análisis relativo a
los textos legales internacionales contemporáneos. Tampoco puede subsumirse el
hecho en la categoría de delitos de lesa humanidad si se atiende a la idea central que
ha constituido la motivación histórica con la que ha sido modelada la categoría, es
decir, en el propósito de distinguir los crímenes de lesa humanidad de los delitos
comunes”.
Los lilitos han recurrido este fallo ante la Corte Suprema de Justicia. Mientras tanto,
activaron su operación con la concurrencia del diario Clarín y la solícita Natasha, quien
se apresta a su negocio editorial en el marco de la conmemoración de los 30 años de la
guerra de Malvinas.
En consecuencia, no es disparatado pensar que todas estas operaciones puedan estar
alentadas, pergeñadas y financiadas por quienes se aprestan a iniciar la explotación
petrolera –luego de dos años de intensa exploración-, en nuestros mares adyacentes a
Malvinas, con el propósito de continuar distrayendo la atención sobre sí mismos.
Don Enrique Oliva, militante de la resistencia peronista, escritor, autor de dos libros
sobre la guerra de Malvinas y del Atlántico Sur (“Malvinas: el colonialismo de las
multinacionales” y “Malvinas desde Londres”) y miembro de la Academia Nacional de
Periodismo, que cubrió como periodista de Clarín la guerra de 1982 bajo el pseudónimo
de Francois Lepot, (antes que el periódico se convirtiera en un holding polirrubro),
repetía siempre que la técnica británica cuando iniciaba la ocupación de una colonia,
consistía en organizar la oposición, ya que eso le garantizaba el gobierno.
Pues bien, los aires izquierdistas de los lilitos del CECIM La Plata, y las pretensiones de
progresista y de enfant terrible del periodismo de Natasha, son tan funcionales al
imperio como lo fueron Bernardo Neustadt o el chancho Alsogaray en la década del
’90, pues en definitiva sirven a los mismos intereses.
Si realmente queremos Memoria, Verdad y Justicia para los 649 Héroes Nacionales y la
Causa de recuperación de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, proponemos comenzar con
algunas de estas acciones de la siguiente agenda:
1) Levantar el secreto que pesa sobre la documentación que guarda el Estado
Nacional respecto de la guerra del Atlántico Sur. Con ello podremos saber cómo
se condujo la guerra, por qué se siguió pagando la deuda al Reino Unido
mientras nosotros peleábamos en las Islas, qué dirigentes civiles y militares se
reunían en las embajadas extranjeras para negociar qué cosas mientras nuestros
compañeros caían bajo las bombas enemigas. Qué dice el Informe Rattenbach en
su versión completa. Quiénes y cómo nos apoyaron y quiénes y cómo nos
boicotearon en el plano internacional.
2) Reactivar la Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra creada mediante
Ley Nº 24.517, ampliando sus alcances para investigar las conductas de las
fuerzas argentinas en la guerra, para determinar méritos y deméritos y otorgar
premios y castigos, a través de decisiones político-administrativas.(Por ejemplo,
dar o quitar condecoraciones, dar y quitar pensiones, ascender o degradar,
publicar informes sobre conductas honrosas o deshonrosas, etc.)
3) Denunciar por inconstitucionalidad los acuerdos suscriptos con el Reino Unido
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte que afectan el interés nacional de recuperar
nuestras Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y espacios
adyacentes, además de incluir cláusulas bilaterales que violan los Convenios de
Ginebra, exonerando al Reino Unido por los crímenes cometidos durante la
guerra.
4) Profundizar el camino iniciado con el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC
en cuanto a las sanciones económicas, políticas y diplomáticas antes las
agresiones unilaterales cometidas por el Reino Unido y sus aliados en el
Atlántico Sur.
Sólo así terminaremos definitivamente con cualquier situación de impunidad e
injusticia. Sólo así estaremos en coherencia con nuestra Constitución Nacional. Solo así
seremos serios en la construcción de la Patria Grande. Sólo así seremos dignos de los
Héroes Nacionales que dieron sus vidas por todos nosotros y por nuestros
descendientes.
(*) Ex soldado combatiente en Malvinas
César González Trejo (*)
27/12/2011
Natasha tiene oficio. Hace años que trabaja en Clarín, y aunque el nadie resiste tres
tapas del diario haya quedado atrás, sabe también que aún muchos sectores reafirman
sus prejuicios, sus temores y sus odios con su lectura cotidiana, y aún permite instalar
agenda en algunos sectores de poder.
Natasha sabe bien que la verdad no importa, que su oficio es otra cosa, y lo disfruta. Un
cosquilleo le recorre el cuerpo y una irrefrenable sonrisa -un tanto efímera-, se le dibuja
en los labios cuando comprueba la preocupación que han generado sus cometarios entre
algunos funcionarios y operadores políticos.
No conoció el viejo oficio de periodista, basado en la investigación, en recurrir a fuentes
fidedignas y en publicar información verificable. Sabe que una operación bien ejecutada
valen más que mil hechos ciertos.
A Natasha le gustaría ser una intelectual; por eso, desde hace años, intenta escribir un
libro. Y eligió un tema de lo más promisorio. De aquellos que aseguran un público para
agotar la primera edición, y que –piensa ingenuamente-, contará incluso con el apoyo de
los popes del diario y una difusión garantizada por los otros medios cobijados a la
sombra del sutil dominio inglés. Quién sabe, hasta pueda viajar a Londres y otras
hermosas capitales europeas, con gastos pagos y todo.
El tema son los vejámenes, abusos de poder y crímenes cometidos por los oficiales y
suboficiales argentinos sobre las propias tropas en la guerra de Malvinas.
Perseverancia no le falta. Durante la década del ’90, cuando desde la Federación de
Veteranos de Guerra denunciamos a los británicos ante la Comisión Investigadora de
Crímenes de Guerra que se creó en el Ministerio de Defensa a pedido nuestro, más que
los homicidios de los paracaidistas ingleses sobre los prisioneros argentinos, le
interesaban los estaqueamientos ordenados por algún oficial argentino.
Le causaba mayor preocupación humanitaria si algún suboficial de las propias fuerzas
había ordenado castigar a un soldado argentino por sacrificar una oveja, que las tareas
peligrosas que los ingleses ordenaron realizar a prisioneros argentinos en Darwin, con la
pérdida de tres vidas y más de veinte heridos. Le quitaba el sueño conocer cómo algún
militar de la Armada o del Ejército había maltratado a un conscripto propio, que
enfrentarse a los cortes de orejas que los parac británicos practicaron sobre los
cadáveres de nuestros soldados. Se regodeaba pensando cómo convertir en crímenes de
lesa humanidad a los vejámenes cometidos por argentinos, sin prestar atención a la
denuncia de crimen de guerra que - tanto en nuestro país como en la misma Londres-,
pesa sobre el hundimiento del Crucero A.R.A. “Gral. Belgrano”.
Por cierto, cada cual establece sus prioridades, según el interés que defiende.
Cuando, luego de tantos años, a fines del 2009 los Familiares de los Caídos en Malvinas
y en el Atlántico Sur, lograron organizar los viajes de inauguración del Monumento
construido en el Cementerio de Darwin, en la Isla Soledad, Natasha creyó oportuna la
ocasión para insistir sobre la denuncia sobre las propias fuerzas, más que prestarle
atención al homenaje en ciernes.
Como tantos otros escribas instalados en los sectores del privilegio mediático y cultural,
Natasha recibió con beneplácito a la película Iluminados por el fuego, dirigida por
Tristán Bauer, basada en el libro homónimo de Edgardo Esteban y con la adaptación de
guión del otrora diputado kirchnerista Miguel Bonasso.
Es que en ese film, las cosas volvían a estar en su lugar. Nada de Héroes de Malvinas,
de relatos épicos, de asesinatos británicos, de colonialismo, de piratería inglesa y
complicidad norteamericana. Nada de pueblo en la Plaza vivando la recuperación, y de
sudacas anotándose en las embajadas argentinas para pelear contra los gringos.
Nada de reclamos fascistoides, de denuncia de pesca ilegal, de exploración petrolera, de
agresiones unilaterales imperialistas. Nada de negritos correntinos, chaqueños o
tucumanos enfrentando con valor a los soldados enviados por su majestad. El único
relato que interesa estaba ahí: Gastón Paul encarnando al chico sensible, de clase media
porteña, rubio y de ojos claros, vejado por un teniente de rasgos psicopáticos, genocida
y torturador.
Y cuando la ficción se convirtió en una presentación judicial contra oficiales y
suboficiales argentinos por crímenes de lesa humanidad ¡Aleluya!, por fin había algo
que publicar en el gran diario argentino.
¡Qué satisfacción orgásmica cuando los Juzgados Federales de Río Grande y Comodoro
Rivadavia declararon que la guerra fue iniciada por la dictadura argentina para
perpetuarse en el poder, y que los vejámenes denunciados podrían considerarse
crímenes de lesa humanidad!
Y es aquí donde entran a tallar los siete lilitos, es decir, el puñado de ex combatientes
del CECIM La Plata que, autodefiniéndose como anti-héroes, han sustituido a las
representaciones genuinas de los ex soldados combatientes con habilidad palaciega.
Parece un siglo, pero fue nada más que una década atrás, cuando Lilita Carrió llegó al
Aeropuerto Internacional de Ezeiza cargada de 18 cajas de cartón proporcionadas por el
Senador Carl Levin del Congreso norteamericano. Eran los tiempos que la ex
funcionaria judicial designada por la dictadura en la Provincia del Chaco soñaba con
convertirse en presidente de la Nación.
Lilita realizaba un promedio de tres denuncias por día y se encaramaba al puesto de
Fiscal de la República, inflada por la generosidad de los medios de comunicación
hegemónicos.
La insustancialidad de su calidad ética, de su versatilidad ideológica y de lo
inconducente de su vocación denunciativa, la llevaron a un punto sin retorno: el
ridículo. Tanto la inflaron, que explotó. Por supuesto, de las cajas no se supo nunca más
nada.
Tomando este ejemplo de la sórdida realidad política local, hemos dado en llamar lilitos
a los muchachos del CECIM La Plata.
Al igual que la prócer que emulan, a los lilitos les encanta la denuncia hueca y sin
fundamento jurídico, con mero afán de propaganda. No les importa el dañ o que puedan
generar a sus supuestos defendidos, mientras les reporte bastantes centímetros en la
prensa escrita, segundos de televisión o de radio. Tampoco tienen pruritos a la hora de
elegir en qué medios difunden “sus” operaciones.
Y a diferencia de su blonda y gruesa modelo, cuentan con la ventaja de publicación
asegurada en los medios hegemónicos y en los contra-hegemónicos: un día una
denuncia en Clarín y al otro día en Página 12. Un reportaje en Canal 7, y otro en TN.
Un documental en Canal Encuentro, y otro en History Channel. Todo vale en la guerra
psicológica moderna.
Como tampoco les importó en 2006 tratar de “loca linda” a la hija de Margaret
Thatcher e invitarla a comer un rico asado en su sede de la ciudad de La Plata,
colaborando prestos con la filmación de The Mamy’s War que produjo Carol Thatcher
para los festejos que el 14 de Junio de 2007 en homenaje a la Dama de Hierro,
compartidos por el tercera vía Tony Blair, la reina de Inglaterra y todo el staff
colonialista del RU.
Paralelamente a esa importante colaboración cinematográfica, los lilitos del CECIM La
Plata se aprestaban a otro aporte significativo a mrs. Thatcher: convertir a Iluminados
por el fuego de ficción en realidad tribunalicia.
La operación tuvo la intensa cooperación de un joven abogado correntino que se
desempeñaba en la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Corrientes,
Pablo Vassel, luego promovido a funcionario del Consejo de la Magistratura de la
Nación.
En Corrientes y en Chaco, convocaron a numerosos ex combatientes a realizar
denuncias –reales o ficticias, no importaba-, contra superiores por abusos, vejámenes o
crímenes cometidos en su perjuicio.
Prometieron resarcimientos económicos como resultado de los juicios, así como
acelerar el manoseado reconocimiento histórico (también plata), en una operación
semejante a los métodos aplicados por nuestros superiores cuya crítica compartimos:
“animémonos y vayan”.
Eligieron como blancos a un ex suboficial, Pedro Pierre, que les molestaba por dos
motivos: su militancia peronista y por conducir en ese entonces la Federación de
Veteranos de Guerra de la Provincia de Buenos Aires. Y también a un oficial retirado,
Jorge Taranto, quien condujo durante años el programa radial Malvinas, la verdadera
historia, que había atacado desde ese espacio los contenidos de la película dirigida por
Tristán Bauer.
Nada hay que reprochar a la intención genuina de brindar oportunidad de reparación a
una ofensa a quien la haya sufrido, no importa el tiempo transcurrido. Y menos, a la
decisión de promover Memoria, Verdad y Justicia acerca de la Causa de Malvinas y lo
acontecido en la guerra de 1982.
Pero el camino elegido por los lilitos del CECIM La Plata es el opuesto a esas legítimas
pretensiones.
Jamás, en 24 años de postguerra, los lilitos promovieron denuncia e investigación
alguna. Sí lo habíamos hecho desde el Centro de Ex Soldados Combatientes en
Malvinas de Capital Federal, aún antes de que concluyera la dictadura cívico-militar, en
el año 1983, cuando acompañamos institucionalmente una denuncia efectuada por un ex
soldado conscripto por estaqueamiento.
Eso nos valió largos meses de seguimiento y aprietes por parte de la inteligencia militar,
que estacionaban sus Falcon verdes en la esquina de nuestra sede de Avda. Rivadavia
1260, en la Capital Federal. Cientos de llamados amenazantes, dirigidos especialmente
contra el que fuera nuestro presidente, Jorge Omar Vázquez. Intercepciones en la vía
pública, y hasta patoteadas a compañeros pertenecientes al Centro, como forma de
mensajes intimidatorios.
También nos dimos cuenta, prematuramente, cuál iba a ser la actitud de la prensa
infame. Los grandes medios nos publicaron en tapa la denuncia, mientras duró
(finalmente, el denunciante desistió de proseguir la causa, y nos dejó “pagando”).
Cuando volvimos a recurrir a la misma prensa para difundir la necesidad de aprobar una
ley que otorgara prioridades laborales, sanitarias, educativas y habitacionales a los ex
soldados combatientes, no nos dieron más bola. Comenzamos a comprender la
maniobra desmalvinizadora que estaba en ciernes (La Ley finalmente se aprobó en
1984, bajo el número 23.109, archivada durante todo el gobierno alfonsinista).
Fue muchos años después, en 2006, cuando los lilitos promovieron la denuncia ante la
Justicia Federal de Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego, y en Comodoro
Rivadavia, en la Provincia del Chubut. Tan tardíamente, que toda acción penal se
encontraba prescripta, y con un Código de Justicia Militar modificado (hay quien opina
que el viejo Código podría igualmente ser utilizado, pero este no fue el camino elegido
por los lilitos del CECIM La Plata).
Esto les daba la posibilidad de apelar a la figura de crímenes de lesa humanidad para
caracterizar a las faltas que hubieren cometido los propios superiores en perjuicio de sus
subordinados, “buscando” la imprescriptibilidad.
Pero sucede que para caracterizar un crimen como de lesa humanidad deben darse
condiciones que no ocurrieron en la guerra contra el Reino Unido por la soberanía sobre
las Islas Malvinas y del Atlántico Sur.
La doctrina internacional establece que un crimen de lesa humanidad ocurre como
derivación de una orden expresa emanada de autoridad estatal –o, al menos, paraestatalejecutada por funcionarios en forma sistemática y reiterada, para eliminar o torturar a un
grupo de personas en forma deliberada y planificada.
Por cierto, no existió ese tipo de orden de las autoridades militares a la oficialidad y
suboficialidad en perjuicio de los conscriptos argentinos durante la guerra de 1982.
Sí existieron actitudes deshonrosas y hasta criminales, por parte de algunas personas
que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Que, por supuesto, merecen su
castigo.
Pero el camino elegido por los lilitos, lejos de acercarlos a la justicia, llevo a los
ofendidos a un callejón sin salida hacia la impunidad de los réprobos. Utilizaron a los ex
soldados combatientes que recibieron ofensas para impulsar una vía judicial imposible
desde el punto de vista del Derecho, para promover su objetivo ideológico: homologar
el conflicto armado de Malvinas e Islas del Atlántico Sur con el Terrorismo de Estado.
Esta maniobra, que se inscribe plenamente en la estrategia británica, pues disuelve las
responsabilidades del colonialismo anglo-norteamericano en la re-invasión de Malvinas
y demás Islas del Atlántico Sur, también encubre los crímenes cometidos por esas
fuerzas.
Curiosamente, desde 1995 existe una Ley Nacional (Nº 24.517), que ordenó constituir
una Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra británicos en la guerra de Malvinas
y del Atlántico Sur con la integración de los tres poderes del Estado Nacional, que
jamás se conformó. Y que, reactivándose y modificándose sus alcances, podría también
establecer méritos y deméritos, e imponer premios y castigos.
Desde 1999, existe una causa abierta contra los responsables de crímenes de guerra
británicos en el Juzgado Federal de Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego, pero que
no se activa por falta de voluntad política y jurídica. Y cuyo tratamiento contrasta
significativamente con la celeridad dada a la denuncia por supuestos crímenes de lesa
humanidad.
Los lilitos y Natasha nunca se expresaron respecto de esas denuncias: hacen como si no
existiesen.
En la guerra de Malvinas y del Atlántico Sur, la verdadera doctrina jurídica a aplicar es
el Derecho Internacional Humanitario conformado por las Convenciones de Ginebra y
sus Estatutos complementarios, que fija las reglas de la guerra entre los Estados.
Los delitos o crímenes cometidos por las partes en perjuicio de sí mismas, es regido por
los Códigos de Justicia militar o las normas penales de las respectivas partes.
La manipulación ideológica de esos plexos jurídicos ya ha sido desestimada por el
Tribunal de Casación de la Nación, cuando en un fallo contundente, expedido en 2009,
afirmó:
“…por más aberrantes que puedan resultar las acciones que presuntamente se habrían
desarrollado, no se encuentran acreditados los requisitos de sistematicidad ni
generalidad del ataque, como elementos que elevarían los delitos supuestamente
cometidos a la categoría más grave de delitos contra la humanidad”
“…no resulta plausible dar por probada la denominada pauta de contexto en que debe
verificarse el delito a partir del momento histórico en que se desarrollaron los hechos y
que, en función de esa coincidencia temporal con otros actos perpetrados por el
gobierno de facto que detentaba el poder, aquellos deban quedar subsumidos en la
misma calificación que éstos. Una elaboración de esa índole no solamente adolece de
falta de logicidad, sino que además, podría conducir a resultados jurídicos de
manifiesta arbitrariedad, llevando a considera crímenes de tal entidad a delitos
aislados por la sola circunstancia de haber sido cometidos por personal o autoridad de
alguna fuerza y durante la última dictadura militar”
“…no resiste el menor análisis el argumento de que las acciones imputadas a Taranto
hayan sido llevadas a cabo de conformidad con una política de Estado o para
promover una política de Estado, pues ello no puede inferirse de modo alguno de los
hechos ni circunstancias del caso”.
“…no existen elementos que posibiliten trasladar los actos de la lucha contra la
subversión o lo acontecido en la guerra de Malvinas….aquellas personas que
resultaron víctimas de los supuestos estaqueamientos o enterramientos, no poseían
características especiales, ni eran objeto de dicho padecimiento en virtud de alguna
tendencia política o ideológica, que permita sostener una vinculación con la
metodología utilizada por aquellos años por el gobierno de facto”.
“…la pretensión de que el hecho que se denunció en esta causa constituye un crimen
de lesa humanidad no es en absoluto correcta. No solo no resiste el análisis relativo a
los textos legales internacionales contemporáneos. Tampoco puede subsumirse el
hecho en la categoría de delitos de lesa humanidad si se atiende a la idea central que
ha constituido la motivación histórica con la que ha sido modelada la categoría, es
decir, en el propósito de distinguir los crímenes de lesa humanidad de los delitos
comunes”.
Los lilitos han recurrido este fallo ante la Corte Suprema de Justicia. Mientras tanto,
activaron su operación con la concurrencia del diario Clarín y la solícita Natasha, quien
se apresta a su negocio editorial en el marco de la conmemoración de los 30 años de la
guerra de Malvinas.
En consecuencia, no es disparatado pensar que todas estas operaciones puedan estar
alentadas, pergeñadas y financiadas por quienes se aprestan a iniciar la explotación
petrolera –luego de dos años de intensa exploración-, en nuestros mares adyacentes a
Malvinas, con el propósito de continuar distrayendo la atención sobre sí mismos.
Don Enrique Oliva, militante de la resistencia peronista, escritor, autor de dos libros
sobre la guerra de Malvinas y del Atlántico Sur (“Malvinas: el colonialismo de las
multinacionales” y “Malvinas desde Londres”) y miembro de la Academia Nacional de
Periodismo, que cubrió como periodista de Clarín la guerra de 1982 bajo el pseudónimo
de Francois Lepot, (antes que el periódico se convirtiera en un holding polirrubro),
repetía siempre que la técnica británica cuando iniciaba la ocupación de una colonia,
consistía en organizar la oposición, ya que eso le garantizaba el gobierno.
Pues bien, los aires izquierdistas de los lilitos del CECIM La Plata, y las pretensiones de
progresista y de enfant terrible del periodismo de Natasha, son tan funcionales al
imperio como lo fueron Bernardo Neustadt o el chancho Alsogaray en la década del
’90, pues en definitiva sirven a los mismos intereses.
Si realmente queremos Memoria, Verdad y Justicia para los 649 Héroes Nacionales y la
Causa de recuperación de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, proponemos comenzar con
algunas de estas acciones de la siguiente agenda:
1) Levantar el secreto que pesa sobre la documentación que guarda el Estado
Nacional respecto de la guerra del Atlántico Sur. Con ello podremos saber cómo
se condujo la guerra, por qué se siguió pagando la deuda al Reino Unido
mientras nosotros peleábamos en las Islas, qué dirigentes civiles y militares se
reunían en las embajadas extranjeras para negociar qué cosas mientras nuestros
compañeros caían bajo las bombas enemigas. Qué dice el Informe Rattenbach en
su versión completa. Quiénes y cómo nos apoyaron y quiénes y cómo nos
boicotearon en el plano internacional.
2) Reactivar la Comisión Investigadora de Crímenes de Guerra creada mediante
Ley Nº 24.517, ampliando sus alcances para investigar las conductas de las
fuerzas argentinas en la guerra, para determinar méritos y deméritos y otorgar
premios y castigos, a través de decisiones político-administrativas.(Por ejemplo,
dar o quitar condecoraciones, dar y quitar pensiones, ascender o degradar,
publicar informes sobre conductas honrosas o deshonrosas, etc.)
3) Denunciar por inconstitucionalidad los acuerdos suscriptos con el Reino Unido
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte que afectan el interés nacional de recuperar
nuestras Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y espacios
adyacentes, además de incluir cláusulas bilaterales que violan los Convenios de
Ginebra, exonerando al Reino Unido por los crímenes cometidos durante la
guerra.
4) Profundizar el camino iniciado con el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC
en cuanto a las sanciones económicas, políticas y diplomáticas antes las
agresiones unilaterales cometidas por el Reino Unido y sus aliados en el
Atlántico Sur.
Sólo así terminaremos definitivamente con cualquier situación de impunidad e
injusticia. Sólo así estaremos en coherencia con nuestra Constitución Nacional. Solo así
seremos serios en la construcción de la Patria Grande. Sólo así seremos dignos de los
Héroes Nacionales que dieron sus vidas por todos nosotros y por nuestros
descendientes.
(*) Ex soldado combatiente en Malvinas