"No podemos permitir que se hagan negocios sin que se discuta la Soberanía Argentina sobre Malvinas”
(http://www.notitdf.com) Solicitada de la Fundación Malvinas, referida a las últimas informaciones sobre acuerdos y negocios con Gran Bretaña y lo que los propios medios ingleses titulan la “Tregua por Malvinas”. Los excombatientes piden “rechazar y no permitir que se lleve adelante esta entrega de soberanía por la que lucharon nuestros próceres en la historia y nuestros contemporáneos en 1982”.
En lo que hace a la Cuestión de Soberanía nuestro país ha tenido, desde el principio de su existencia como Nación, los más drásticos altibajos.
Distintos gobiernos han dado lugar al avance británico sobre nuestra naciente soberanía territorial y económica.
Tratado de amistad, comercio y libre navegación
En 1825 los ingleses continuaban haciendo de las suyas con el ahora independiente país argentino; el 02 de Febrero de ese año se firma un tratado de amistad, comercio y navegación, entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y Gran Bretaña. A través de este tratado éramos reconocidos como Nación independiente; y también establecía reciproca libertad de comercio, disminución de los derechos de importación y eximición de tasas portuarias para ambas partes, aunque la única beneficiada en la ocasión fuera Gran Bretaña.
Invasión Británica de Malvinas
Pese al reconocimiento como Nación soberana, el 03 de Enero de 1833, los ingleses ocupan el Puerto de Soledad, en las Islas Malvinas, a través del Capitán John Onslow. Territorio que por el tratado de Tordesillas, correspondía al Reino de España y que luego por la cesión de tierras, al ser reconocida nuestra independencia, nos pasaron a pertenecer al heredar los límites administrativos del Virreinato del Río de la Plata.
Pacto Roca-Runciman
El 1 de mayo de 1933, en Londres, el vicepresidente argentino Julio A. Roca (hijo del ex presidente Julio A. Roca) firma el tristemente conocido “Pacto Roca-Runciman”, por el cual nuestro país pidió a Inglaterra un préstamo de más de 13 millones de libras, entre cuyas cláusulas secretas estaba la creación del Banco Central (bajo asesoramiento del economista inglés Otto Niemeyer).
Poco después se firmaba el Pacto Roca-Runciman, por el cual, “se permitió” a nuestro país enviar al mercado inglés una cantidad de su mejor producción de carne enfriada, libre de gravámenes, y a cambio la Argentina aseguró, en condiciones de claro privilegio, la importación de carbón británico para abastecer a las locomotoras a vapor (británicas) y de toda una serie de productos manufacturados de ese origen. Se eliminaron medidas “proteccionistas” contra las importaciones inglesas, favorecidas además por regulaciones cambiarias. Al mismo tiempo, el gobierno argentino se comprometió a alentar la inserción de las empresas del Reino Unido en el terreno de las obras públicas.
Los frigoríficos angloyanquis se reservan para sí el 85 % de la exportación de carnes y les dejan a la Argentina el 15 % restante.
El préstamo inglés fue un “empréstito de desbloqueo” de 13 millones de libras esterlinas, y el 70 % de esa cifra fue destinada a pagar a la metrópoli utilidades de los ferrocarriles y empresas británicas. De esta manera, en una especie de “pase mágico”, la argentina cedía todos sus derechos, se endeudaba en 13 millones de libras esterlinas, y a cambio recibe solo 3,5 millones.
En la oportunidad Scalabrini Ortiz escribe: “Debe destacarse la similitud del empréstito Baring Brothers con este último empréstito de desbloqueo que contrajo nuestro país. Es decir, en ambos casos fueron ganancias internas (para Gran Bretaña) que se transformaron en deuda externa (para Argentina), presentada a los ojos del gran público como una ayuda financiera prestada por Inglaterra para contribuir a nuestro progreso”.
Tratados de Madrid
El día 16 de febrero de 1990, todos los medios masivos de difusión, tanto estatales cuanto privados, anunciaron que se habían restablecido las relaciones diplomáticas entre la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña. El instrumento jurídico que determinó esto fue firmado en Madrid en un salón del Ministerio de Asuntos Exteriores de España. El texto del documento se integra con dieciocho (18) artículos y cuatro (IV) anexos que abarcan un total de catorce carillas.
El entonces presidente Carlos Menem, y su Ministro de Relaciones Exteriores, Domingo Cavallo, firmaron el Acuerdo-Tratado de Madrid en los días 14 y 15 de febrero de 1990.
Al pueblo argentino, se le hizo creer que las negociaciones con Gran Bretaña habían regresado luego de ocho años, gracias al “gran presidente”, que había logrado firmar la “paz” con el país que invadió las Islas Malvinas en enero de 1833, y provocó el conflicto de 1982.
Justamente, este Acuerdo, o mejor dicho como dice su título “Declaración Conjunta”, es inconstitucional. Nuestra Constitución dice claramente, que le corresponde al Congreso, declarar la paz o la guerra, y este “Tratado” nunca fue analizado ni aprobado por el Congreso. Por tanto, jamás debió de entrar en vigencia.
El pueblo siguió y creyó el engaño sin chistar, gracias a los medios masivos de comunicación. Y por si fuera poco, jamás se ha enterado de cuanto ha perjudicado y sigue perjudicando este “Acuerdo” a la Nación entera.
Argentinos… no perdamos la memoria, no nos dejemos engañar, recordemos y tengamos en cuenta…
En 1982 cuando terminó la guerra, Argentina quedó en mejor posición que antes, ya que si bien no había obtenido el triunfo y el territorio, logró que la cuestión Malvinas se haya difundido en el plano internacional. Tal es así que en noviembre del mismo año, la ONU insta a Gran Bretaña y a nuestro país a resolver el problema de soberanía, apoyando a Argentina.
Por su parte, Gran Bretaña había logrado usurpar otra vez las islas, pero con grandes pérdidas económicas, no solo por la guerra sino la posguerra, ya que construyeron la más grande base militar en Sudamérica y debieron de prescindir de todas las ventajas que Argentina daba a los isleños previo al conflicto, por lo que se encareció el mantenimiento del más importante bastión en el Atlántico Sur.
Desde el 1982 a 1989 los gastos ascendieron a 16mil millones de dólares. No había ingreso alguno, ya que los recursos de pesca no salían de sus 3 millas alrededor de las islas, con excepción que a partir de 1986, extienden la usurpación a 200 millas y comienzan a explotarlas.
La guerra no se perdió en 1982, sino en un escritorio en 1989, bajo la firma de un presidente constitucional concediendo a Gran Bretaña todo lo que ellos pretendían. Y es ahí donde finaliza el conflicto y a los argentinos nos hacen perder toda dignidad, provocando y envolviendo de hambre, miseria y humillación a todo el pueblo argentino.
El Tratado de febrero de 1990, se complementa luego en diciembre del mismo año, con posterior trato en el Congreso de la Nación, bajo la ley 24.184. Dicha ley dio paso a las privatizaciones de las empresas estatales y de los recursos naturales del Estado. Por si fuera poco, Gran Bretaña tiene el privilegio de ser la Nación más favorecida desde 1825, provocando que la mayoría de las empresas extranjeras establecidas en el país, correspondan a manos británicas.
No olvidemos que estos documentos siguen vigentes, y que todos los Gobiernos posteriores a su firma son también culpables.
Todo lo dicho aquí está probado por centenares de noticias en los medios y en las vivencias de un pueblo, que hoy ya no sabe porque lucha, ni conoce el motivo de la traición más grande que vivió la Nación Argentina. El Tratado de Versalles luego de la Gran Guerra, impuesto a Alemania, tiene su analogía con el tremendo castigo que nos han impuesto los británicos, avalados por los gobernantes cipayos de turno.
“A la Argentina hay que revolcarla en el barro de la humillación”.
(Winston Churchill -nieto- en el Parlamento Británico, el 21 de junio de 1982)
En la actualidad
El acuerdo sobre las Islas Malvinas firmado por la anterior canciller argentina, Susana Malcorra, y el vicecanciller de Reino Unido, Alan Duncan, el 14 de Septiembre de 2016, no hace más que reflotar este traidor acuerdo de Madrid. Según las palabras de la misma canciller: “El comunicado refleja la voluntad política de las Partes de reiniciar un diálogo sobre todos los temas del Atlántico Sur, sin exclusiones y bajo la fórmula del paraguas de soberanía acordada en 1989”, lo que traducido a nuestro entender significa “Hagamos negocios sin que se discuta la Soberanía Argentina sobre los territorios en disputa”.
Consolidando esto último, en la reunión mantenida hace días atrás en la quinta de Olivos, entre el actual Presidente Argentino y el ministro de Hacienda y Finanzas británico Philip Hammond, “Ni se mencionó la palabra Malvinas”.
Ya previo a la reunión, en un artículo del Diario Crónica, pudo leerse: “En la agenda del funcionario británico no aparece ninguna mención a la cuestión Malvinas y demás islas del Atlántico Sur ocupadas. No debe sorprender, ya que tanto desde sectores conservadores británicos como desde los kelpers le advirtieron que ni se le ocurra hablar del tema soberanía. “Falklands no están en venta”, le dispararon desde Puerto Argentino.
El Ministro de Economía del Reino Unido se ha limitado, y el Gobierno Argentino aceptado, a una exclusiva agenda comercial.
“Philip Hammond ha señalado una “tregua sobre las Malvinas” con Argentina cuando prometió ‘recuperar el espíritu de la época’ cuando Gran Bretaña fue el principal socio comercial de la nación sudamericana”, señala el medio británico The Telegraph.
Esta postura que decidió tener, desde el primer minuto, el actual Gobierno Argentino es un proceso de desmalvinización que esta semana volvió a ser noticia luego de esta reunión en que se estableció esa “Tregua por Malvinas”, lo que en realidad no constituye más que una lisa y llana “Entrega de Malvinas”.
Hoy los argentinos rechazamos y no podemos permitir que se lleve adelante esta entrega de soberanía por la que lucharon nuestros próceres en la historia y nuestros contemporáneos en 1982.
A los argentinos nos resta completar la reivindicación de aquel gesto de patriótica entrega de nuestros Camaradas Caídos en Malvinas, mediante una verdadera repuesta a esta nueva invasión territorial que comenzó el 14 de junio de 1982 y se acentúa al día de hoy, que se debe materializar en justos y verdaderos términos jurídicos, derogando los Tratados de Amistad, Comercio y Libre Navegación de carácter perpetuo de 1825, el Pacto Rocca-Rucimann de 1933, los Acuerdos de Madrid de 1989 y su ratificación de 1999, la Ley de Garantías a las inversiones Británicas como también los actuales tratados comerciales que se avecinan –todos documentos de sumisión colonial–, única manera de reivindicar en nuestra Nación, la vital soberanía en todas sus formas.
En lo que hace a la Cuestión de Soberanía nuestro país ha tenido, desde el principio de su existencia como Nación, los más drásticos altibajos.
Distintos gobiernos han dado lugar al avance británico sobre nuestra naciente soberanía territorial y económica.
Tratado de amistad, comercio y libre navegación
En 1825 los ingleses continuaban haciendo de las suyas con el ahora independiente país argentino; el 02 de Febrero de ese año se firma un tratado de amistad, comercio y navegación, entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y Gran Bretaña. A través de este tratado éramos reconocidos como Nación independiente; y también establecía reciproca libertad de comercio, disminución de los derechos de importación y eximición de tasas portuarias para ambas partes, aunque la única beneficiada en la ocasión fuera Gran Bretaña.
Invasión Británica de Malvinas
Pese al reconocimiento como Nación soberana, el 03 de Enero de 1833, los ingleses ocupan el Puerto de Soledad, en las Islas Malvinas, a través del Capitán John Onslow. Territorio que por el tratado de Tordesillas, correspondía al Reino de España y que luego por la cesión de tierras, al ser reconocida nuestra independencia, nos pasaron a pertenecer al heredar los límites administrativos del Virreinato del Río de la Plata.
Pacto Roca-Runciman
El 1 de mayo de 1933, en Londres, el vicepresidente argentino Julio A. Roca (hijo del ex presidente Julio A. Roca) firma el tristemente conocido “Pacto Roca-Runciman”, por el cual nuestro país pidió a Inglaterra un préstamo de más de 13 millones de libras, entre cuyas cláusulas secretas estaba la creación del Banco Central (bajo asesoramiento del economista inglés Otto Niemeyer).
Poco después se firmaba el Pacto Roca-Runciman, por el cual, “se permitió” a nuestro país enviar al mercado inglés una cantidad de su mejor producción de carne enfriada, libre de gravámenes, y a cambio la Argentina aseguró, en condiciones de claro privilegio, la importación de carbón británico para abastecer a las locomotoras a vapor (británicas) y de toda una serie de productos manufacturados de ese origen. Se eliminaron medidas “proteccionistas” contra las importaciones inglesas, favorecidas además por regulaciones cambiarias. Al mismo tiempo, el gobierno argentino se comprometió a alentar la inserción de las empresas del Reino Unido en el terreno de las obras públicas.
Los frigoríficos angloyanquis se reservan para sí el 85 % de la exportación de carnes y les dejan a la Argentina el 15 % restante.
El préstamo inglés fue un “empréstito de desbloqueo” de 13 millones de libras esterlinas, y el 70 % de esa cifra fue destinada a pagar a la metrópoli utilidades de los ferrocarriles y empresas británicas. De esta manera, en una especie de “pase mágico”, la argentina cedía todos sus derechos, se endeudaba en 13 millones de libras esterlinas, y a cambio recibe solo 3,5 millones.
En la oportunidad Scalabrini Ortiz escribe: “Debe destacarse la similitud del empréstito Baring Brothers con este último empréstito de desbloqueo que contrajo nuestro país. Es decir, en ambos casos fueron ganancias internas (para Gran Bretaña) que se transformaron en deuda externa (para Argentina), presentada a los ojos del gran público como una ayuda financiera prestada por Inglaterra para contribuir a nuestro progreso”.
Tratados de Madrid
El día 16 de febrero de 1990, todos los medios masivos de difusión, tanto estatales cuanto privados, anunciaron que se habían restablecido las relaciones diplomáticas entre la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña. El instrumento jurídico que determinó esto fue firmado en Madrid en un salón del Ministerio de Asuntos Exteriores de España. El texto del documento se integra con dieciocho (18) artículos y cuatro (IV) anexos que abarcan un total de catorce carillas.
El entonces presidente Carlos Menem, y su Ministro de Relaciones Exteriores, Domingo Cavallo, firmaron el Acuerdo-Tratado de Madrid en los días 14 y 15 de febrero de 1990.
Al pueblo argentino, se le hizo creer que las negociaciones con Gran Bretaña habían regresado luego de ocho años, gracias al “gran presidente”, que había logrado firmar la “paz” con el país que invadió las Islas Malvinas en enero de 1833, y provocó el conflicto de 1982.
Justamente, este Acuerdo, o mejor dicho como dice su título “Declaración Conjunta”, es inconstitucional. Nuestra Constitución dice claramente, que le corresponde al Congreso, declarar la paz o la guerra, y este “Tratado” nunca fue analizado ni aprobado por el Congreso. Por tanto, jamás debió de entrar en vigencia.
El pueblo siguió y creyó el engaño sin chistar, gracias a los medios masivos de comunicación. Y por si fuera poco, jamás se ha enterado de cuanto ha perjudicado y sigue perjudicando este “Acuerdo” a la Nación entera.
Argentinos… no perdamos la memoria, no nos dejemos engañar, recordemos y tengamos en cuenta…
En 1982 cuando terminó la guerra, Argentina quedó en mejor posición que antes, ya que si bien no había obtenido el triunfo y el territorio, logró que la cuestión Malvinas se haya difundido en el plano internacional. Tal es así que en noviembre del mismo año, la ONU insta a Gran Bretaña y a nuestro país a resolver el problema de soberanía, apoyando a Argentina.
Por su parte, Gran Bretaña había logrado usurpar otra vez las islas, pero con grandes pérdidas económicas, no solo por la guerra sino la posguerra, ya que construyeron la más grande base militar en Sudamérica y debieron de prescindir de todas las ventajas que Argentina daba a los isleños previo al conflicto, por lo que se encareció el mantenimiento del más importante bastión en el Atlántico Sur.
Desde el 1982 a 1989 los gastos ascendieron a 16mil millones de dólares. No había ingreso alguno, ya que los recursos de pesca no salían de sus 3 millas alrededor de las islas, con excepción que a partir de 1986, extienden la usurpación a 200 millas y comienzan a explotarlas.
La guerra no se perdió en 1982, sino en un escritorio en 1989, bajo la firma de un presidente constitucional concediendo a Gran Bretaña todo lo que ellos pretendían. Y es ahí donde finaliza el conflicto y a los argentinos nos hacen perder toda dignidad, provocando y envolviendo de hambre, miseria y humillación a todo el pueblo argentino.
El Tratado de febrero de 1990, se complementa luego en diciembre del mismo año, con posterior trato en el Congreso de la Nación, bajo la ley 24.184. Dicha ley dio paso a las privatizaciones de las empresas estatales y de los recursos naturales del Estado. Por si fuera poco, Gran Bretaña tiene el privilegio de ser la Nación más favorecida desde 1825, provocando que la mayoría de las empresas extranjeras establecidas en el país, correspondan a manos británicas.
No olvidemos que estos documentos siguen vigentes, y que todos los Gobiernos posteriores a su firma son también culpables.
Todo lo dicho aquí está probado por centenares de noticias en los medios y en las vivencias de un pueblo, que hoy ya no sabe porque lucha, ni conoce el motivo de la traición más grande que vivió la Nación Argentina. El Tratado de Versalles luego de la Gran Guerra, impuesto a Alemania, tiene su analogía con el tremendo castigo que nos han impuesto los británicos, avalados por los gobernantes cipayos de turno.
“A la Argentina hay que revolcarla en el barro de la humillación”.
(Winston Churchill -nieto- en el Parlamento Británico, el 21 de junio de 1982)
En la actualidad
El acuerdo sobre las Islas Malvinas firmado por la anterior canciller argentina, Susana Malcorra, y el vicecanciller de Reino Unido, Alan Duncan, el 14 de Septiembre de 2016, no hace más que reflotar este traidor acuerdo de Madrid. Según las palabras de la misma canciller: “El comunicado refleja la voluntad política de las Partes de reiniciar un diálogo sobre todos los temas del Atlántico Sur, sin exclusiones y bajo la fórmula del paraguas de soberanía acordada en 1989”, lo que traducido a nuestro entender significa “Hagamos negocios sin que se discuta la Soberanía Argentina sobre los territorios en disputa”.
Consolidando esto último, en la reunión mantenida hace días atrás en la quinta de Olivos, entre el actual Presidente Argentino y el ministro de Hacienda y Finanzas británico Philip Hammond, “Ni se mencionó la palabra Malvinas”.
Ya previo a la reunión, en un artículo del Diario Crónica, pudo leerse: “En la agenda del funcionario británico no aparece ninguna mención a la cuestión Malvinas y demás islas del Atlántico Sur ocupadas. No debe sorprender, ya que tanto desde sectores conservadores británicos como desde los kelpers le advirtieron que ni se le ocurra hablar del tema soberanía. “Falklands no están en venta”, le dispararon desde Puerto Argentino.
El Ministro de Economía del Reino Unido se ha limitado, y el Gobierno Argentino aceptado, a una exclusiva agenda comercial.
“Philip Hammond ha señalado una “tregua sobre las Malvinas” con Argentina cuando prometió ‘recuperar el espíritu de la época’ cuando Gran Bretaña fue el principal socio comercial de la nación sudamericana”, señala el medio británico The Telegraph.
Esta postura que decidió tener, desde el primer minuto, el actual Gobierno Argentino es un proceso de desmalvinización que esta semana volvió a ser noticia luego de esta reunión en que se estableció esa “Tregua por Malvinas”, lo que en realidad no constituye más que una lisa y llana “Entrega de Malvinas”.
Hoy los argentinos rechazamos y no podemos permitir que se lleve adelante esta entrega de soberanía por la que lucharon nuestros próceres en la historia y nuestros contemporáneos en 1982.
A los argentinos nos resta completar la reivindicación de aquel gesto de patriótica entrega de nuestros Camaradas Caídos en Malvinas, mediante una verdadera repuesta a esta nueva invasión territorial que comenzó el 14 de junio de 1982 y se acentúa al día de hoy, que se debe materializar en justos y verdaderos términos jurídicos, derogando los Tratados de Amistad, Comercio y Libre Navegación de carácter perpetuo de 1825, el Pacto Rocca-Rucimann de 1933, los Acuerdos de Madrid de 1989 y su ratificación de 1999, la Ley de Garantías a las inversiones Británicas como también los actuales tratados comerciales que se avecinan –todos documentos de sumisión colonial–, única manera de reivindicar en nuestra Nación, la vital soberanía en todas sus formas.